Reflexión escatológica

El término escatológico está usado aquí en su segunda acepción según el Diccionario de la Real Academia, así que quien no quiera leer un artículo de mierda, puede saltarse este tranquilamente.

La tarea más cotidiana no suele ser objeto de comentarios, aunque siempre pensamos cuando algo nos es muy necesario que ‘esto hace más falta que el cagar’. Porque además de un acto cotidiano se trata de una necesidad fisiológica imprescindible para la vida, igual que el alimentarse y descansar.

Tambien es cierto que hablar de nuestros excrementos o de su producción suele ser un síntoma de intranquilidad. Cuando todo sucede de forma amable y regular solo en la más estricta confianza podemos sorprender un comentario de satisfacción: «¡que tranquilo me he quedado!», o: «¡Menudo peso me he quitado de encima!» y solo algunos se atreven a exteriorizar su satisfacción con comentarios del tipo «He soltado un zurullo que casi parto el báter».

Pero cuando las cosas van mal, el tema adquiere más notoriedad social: «Estoy estreñido», «Me voy de vareta» o los más recatados «me resulta difícil ir de vientre» o «estoy un poco suelto». Casi siempre para justificar ausencias, dispensar sonoros pedos o excusar caras compungidas y actitudes poco proclives a la diversión.

Visitando palacios puede aprenderse que hasta los reyes consideraban esa parte de la rutina diaria un momento de íntimo placer y alivio, que requería de la tranquilidad y la soledad del retiro, por eso el retrete fue primero ese «cuarto pequeño en la casa o habitación, destinado para retirarse» en el que los principales hicieon instalar tronos con recipientes apropiados para arropados y tranquilos meditar sobre el sentido de la vida, el universo y todo lo demás para después al popularizarse, asociarse a unas tareas higiénicas poco beneficiadas de los aromas propios de tal actividad. Por eso en Francia y otros paises que presumen de civilizados, el báter se coloca en un cuarto aparte del baño donde uno puede retirarse, efectivamente a leer y mediar mientras cumple con la naturaleza.

Otra curiosidad palaciega ha sido comprobar como resolvian en diferentes épocas los inconvenientes de esta natural actividad. En Viena nos dijeron que Sissi fué el primer miembro de la realeza que hizo instalar un retrete con agua corriente en palacio. Al visitar Aranjuez nos mostraron asimismo en los aposentos de los reyes los especiales tronos diseñados para su alivio y preguntando pr la fecha en la que estos dispusieron de agua corriente no me la supieron precisar, aunque el sistema era rústico y simplemente recogia los desechos en un pozo negro.

Ilustrado por este y otros nuevos conocimientos adquiridos, a la salida de palacio fuimos a comer a un restaurante del pueblo. Aunque procuro evitar el uso de letrinas y retretes públicos (no solo por el contrasentido derivado del concepto de intimidad) cuando la necesidad se hace patente, es mejor transigir que marcar la ropa interior y la vida en la milicia y lejos del hogar me ha enseñado a cumplir con estos trámites de forma rápida y efectiva minimizando la exposición a olores y espacios de por si desagradables.

Cuando se puede, hay que saber elegir los sitios. La experiencia me dice que los grandes almacenes suelen ser bastante adecuados y las gasolineras poco recomendables. Los restaurantes es mejor evitarlos por las pistas que pueden ofrecer sobre la higiene de la casa y su incidencia en nuestra satisfacción y opinion del local.

Pero sobre todo hay una clase desconcertante que es la de las instalaciones obsoletas incompletas o imperfectas. En Aranjuez añadí a estas características la de los retretes sorprendentes. Visto el letrero que no puede evitar fotografiar, tuve un momento de duda.

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¿A que tipo de atranques se refería?. Pensé en las deposiciones abundantes o duras y poco flexibles como posible origen de esos atranques, pero entonces, ¿Habría que hacerlo en la papelera?. La mera suposición era aberrante y entonces pensé que se referiría a los papeles usados para la pseudohigiene posterior, pero la verdad, en muy extrañas y lamentables ocasiones he visto una papelera llena de papeles usados en la nefada función de arrastrar excrementos por la piel del culo. ¿Es que la gente ignora este tipo de anuncios?, no creo que el tipode local que sugiere tales prácticas tenga personal dedicado a vaciar la papelera después de cada uso del retrete. Lo más sorprendente es que cuando intenté otener más datos sobre el sentido del aviso me percaté de que no había papelera en el estrecho cuarto.

Ante tanta incongruencia y antes de que mi ritmo vital se alterase, pasé por la inflexión que supone liberarse de las cargas para acomenter nuevas empresas y después de una breve pero efectiva higiene en el lavabo salí dándole vueltas a estas reflexiones escatológicas.

Mercedes me ha recomendado que no las exprese en mi blog, pero este fiel compañero de mis meditaciones y su amable público me excusarán el atrevimiento con mi promesa de no prodigar estos temas y la advertencia formulada «ut supra» que evite el mal trago a los espíritus sensibles.

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