Res Publica

Todo el mundo tiene una opinión acerca de la reducción de los sueldos a los funcionarios. Por supuesto también los mismos funcionarios, aunque es evidente que su opinión es completamente subjetiva. La mía también, puesto que en cuestión de empleo me puedo considerar “empleado público” con toda propiedad ya que mi nómina la paga Hacienda.
Todos creemos -o al menos manifestamos- merecer, no solo el sueldo que cobramos, sino incluso más. Nuestro criterio en relación a nuestro esfuerzo y dedicación siempre es generoso y aunque por educación no siempre lo manifestemos, interiormente “sabemos” que merecemos mucho más de lo que nos pagan.
Sabido esto, no me extraña que los funcionarios protesten. Y el resto de los empleados detrás, por aquello de las barbas del vecino y porque es evidente que si el gobierno baja los sueldos, los empresarios no van a tener empacho en imitarlo. A nadie le gusta que le den menos de lo que esperaba. La tónica general de la vida y del universo que conocemos es que los sueldos suben, no bajan. Queremos más, no menos.
También estamos acostumbrados a considerar las expectativas de ganacias como ganancias efectivas y cuando no se cumplen hablamos de ‘pérdidas’ cuando la realidad es que no se puede perder lo que nunca se tuvo.
Pero en un mundo que presume tanto de solidario, ¿como podemos regatear un esfuerzo con aquellos que no tienen empleo, ni subsidio, casi ni esperanza, con los empresarios que ven hundirse sus sueños, con los que ven peligrar su empleo, con los que sufren de verdad?
Es que -como siempre- nadie discute sobre el cascabel del gato, sino quien va a ir a ponérselo. Lo que nos parece mal no es que se tomen medidas, sino que las tomen con nosotros. Naturalmente decidir cuando, cuanto, como y a quien es potestad del gobierno y yo creo que la protesta podría reducirse a un mensaje simple: “ustedes son libres de hacer esto, pero si lo hacen no tendrán mi voto en las próximas elecciones”. Y ya está, así es la democracia, ¿No?. El gobierno toma las decisiones que cree adecuadas y si los ciudadanos no están de acuerdo, la proxima vez eligen a otros.
Pero la verdad es que estamos más acostumbrados a la democracia de las “minorías ruidosas”. Concertar intereses, unir votos, estructurar equipos que realicen políticas posibles y más acordes cn nuestros intereses es algo complicado. Como niños preferimos protestar y patalear, esperando que hartos de oirnos llorar papá o mamá nos devuelvan la piruleta y los inconvenientes se esfumen por arte de magia. Independientemente de como se conducen en otros sitios, creo siceramente que somos una democracia inmadura. Inmadura, infantil, malcriada e irresponsable.
Y eso no es culpa de ningún gobierno, sino de nosotros, los ciudadanos. Me gustaría que pudiéramos dejar de comportarnos como niños maleducados y fuéramos -desde el punto de vista democrático- adultos responsables. Entonces exigiríamos responsabilidades a los corruptos, denunciaríamos las ilegalidades, reprobaríamos los fraudes, aborreceríamos la mentira y otorgaríamos el voto y el poder en función de los resultados de la gestión y no de los colores.
Sinceramente, no me da vergüenza decirlo: mi vida no va a cambiar a pesar de que me bajen el sueldo. Los cambios van a ser tan pocos que ni siquiera voy a notarlo. Si duda soy un privilegiado y soy consciente de ello y de que hay gente que si es posible que pase dificultades, pero en mi caso, que es del que puedo hablar, no creo que el inconveniente real de cobrar menos vaya a ser una incomodidad grande. Y si es cierto que ha de contribuir a mejorar la situación general, creo que en mi casa podemos hacer ese esfuerzo solidario.
Sin embargo me gustaría que todo el esfuerzo que se aplica en la protesta se canalice a exigir con igual contundencia una fiscalización mayor de las cuentas públicas. Que los ciudadanos exijan a sus ayuntamientos que expliquen cuanto y por qué se gastan lo que se gastan en fuegos artificiales, en ruidosos conciertos gratuitos, en gambas y viajes… y lo mismo en todos los niveles de la administración.
Lo ha dicho Ibarra hace unos días: con el dinero que el estado se gasta en software privativo se podría haber evitado bajar las pensiones. ¿A qué esperan los jubilados para manifestarse por el uso del Software Libre en las administraciones públicas?
Si en vez de preocuparnos por exigir una mejor administración ejerciendo el poder que tenemos como ciudadanos, prefiriésemos patalear y rogar que no nos bajen el sueldo y nos sigan regalando el pan y circo, la verdad, creo que nos mereceríamos cualquier palo que nos den, porque entonces seríamos súbditos y no ciudadanos.

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