El académico, novelista y reportero Perez-Reverte se explaya esta semana en un artículo en xlsemanal sobre un tema sobre el que mucho más modestamente ya había escrito yo algún exabrupto en este blog.
A mi me gusta mucho como plantea Reverte sus argumentos, a los que encuentro propios de un artista de la literatura y probablemente creería que es merecedor del sillón que ocupa en la Academia si me atuviera a esos argumentos. Lo que no me gustan son los finales, que me parecen propios de un asalariado de la escritura.
Entre los buenos planteamientos y los finales con prisas, en el meollo de sus libros encuentro muchas poses y muchos planteamientos que comparto y que son los que acaban decantando la balanza y me hacen seguir comprando sus libros en busca de un final tan bordado como el principio. En estos párrafos destila el ‘dolor de España’, ese sentimiento que atenaza a tantos españoles que sienten como heridas los muchos defectos que tiene nuestra Patria, que les quema en la piel las injusticias y las sinrazones que plagan nuestra historia y sin embargo siguen dispuestos al sacrificio y al esfuerzo, incapaces de renunciar o abandonar a los suyos, sencillamente porque son los nuestros y porque el patriotismo es un sentimiento sencillo que nos une a la historia a través de los padres, de los hijos y de los amigos. A las cosas grandes por las cotidianas, solo se llega a la gloria porque se resuelve con decencia las cuestiones de cada día.
Esos soldados -sobre todo- que refleja reverte son tan humanos, tan reales y su gloria tan diferente del oropel y relumbrón de los patrioteros de salón que me seducen como lector porque coincido en mucho con ellos como español. Al final, con quien coincides es con el autor, no en todo, pero si en mucho. Y el artículo citado al principio es uno de esos párrafos de dolor indignado de España, escrito con maestria de Académico, con filo de Periodista, con virtuosismo de Artista que me reconcilia con Perez-Reverte como lector.
Su última frase, dirigida a los poderosos, la podria suscribir el propio Capitán Alatriste:
Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado.
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