El jueves de la semana pasada tuve ocasión de asistir a una de las reuniones semanales del Club Rotary Internacional, exactamente a la del círculo de Roses. Cuando se habla del Rotary estoy seguro que hay mucha gente que tiene una idea vaga de que se trata o incluso recuerda haber visto un letrero a la entrada de alguna población señalando el día de las reuniones semanales, una versión laica de los letreros que indican las horas de las misas en algunos pueblos.
Con la desconfianza que nos caracteriza hacia lo desconocido, no falta quien sin asomo de duda tacha de ‘sectario’, ‘elitista’ o ‘de carácter masónico’ a este grupo, que comparte los calificativos con otra organización similar, el Club Internacional de los Leones. Hay que decir también que es frecuente que las personas que hacen estos comentarios no conozcan en absoluto las organizaciones ni a ninguno de sus miembros y por ello deben ser catalogados como rumores de nula credibilidad.
Pero ¿Que son el Club Rotary o el Club de los Leones?. Lo primero que tengo que advertir, antes de empezar a expresar mis opiniones es que yo no soy miembro de ninguna de las dos organizaciones ni entra en mis planes ingresar en ninguna. Mis opiniones están fundadas en lo que amigos y conocidos, miembros de las mismas me han contado sobre ellas y en la información que puede encontrarse sobre las mismas en internet.
Para hacer una aproximación rápida diría que ambas organizaciones son lo que hoy conocemos como una ONG. Lo que pasa es que al datar su fundación de principios del Siglo XX su «imagen» no cuadra con algunas de las ONG más modernas. Por otra parte ambas organizaciones, sin menospreciar los proyectos que puedan promover a nivel mundial, intentan mejorar la situación sobre todo en su propio entorno.
Son sociedades filantrópicas, sin que ello implique una aportación dineraria de sus socios, sino que estos procuran mediante campañas o proyectos la obtención de fondos aportando, eso si, su esfuerzo y su trabajo organizativo.
La diferencia entre la filantropía y la caridad es que mientras que la primera es una generosidad movida por el amor al género humano, la segunda es una virtud teologal, porque ambas asociaciones, dentro del respeto a las creencias de sus miembros son de carácter completamente laico.
Tampoco es de extrañar que hayan sido acusadas en ciertas ocasiones de ser de carácter masónico, un adjetivo que en una época se aplicaba a todo aquello que no fuera de inspiración clerical. En realidad los fundadores del Rotary eran masones norteamericanos, lo cual no tiene nada de extraño ya que la filantropía es sin duda uno de los principios respetados por los masones cuyo espíritu de servicio está también en los principios del Rotary.
Por su parte el Club de los Leones se fundó también en Chicago, doce años después del Rotary por el empresario Melvin Jones. Su obra social, promovida por los Clubs de Leones se extiende por todo el mundo y por ejemplo en Estados Unidos, donde no existe una organización como la ONCE es conocido su apoyo a los invidentes proporcionando perros adiestrados como guias. Otra señalada actuación del leonismo fué la popularización del bastón blanco para los invidentes, inventado por el argentino José Fallótico. En George Benham, presidente del Club de Leones de Illinois, propuso para uso de los discapacitados visuales un bastón blanco con extremo inferior rojo, a fin de que se les otorgue prioridad de paso.
En definitiva, ambas organizaciones reúnen a personas voluntarias, con espíritu de servicio a los demás y dispuestas a dedicar una parte de su tiempo a mejorar la sociedad. Su cohesión se basa en la amistad entre sus miembros y su actividad se se ordena a través de reuniones que en el Rotary son semanales y en los clubes de Leones mensuales, (con reuniones quincenales de las juntas directivas). Si alguien me preguntase en cual de ambas organizaciones le aconsejaría ingresar, mi respuesta sin ningún género de dudas seria: «unáse al grupo que tenga más cerca y en el que estén sus amigos«.