Google es sorprendente. Creo que no hay una sola vez que me dedique a escarbar entre sus prestaciones para encontrar una novedad. Y el número de estas novedades que me llevan a experiencias interesantes, me hace sospechar del nuevo poder omnímodo de la red.
Los monopolios siempre me provocan sospechas. En el caso de Microsoft su actitud y sus fines no dejan lugar a dudas y está claro que no solo quieren nuestra alma virtual sino también nuestro dinero real.
Pero los monopolios que sutilmente nos engatusan mientras nos envuelven, que nos regalan de forma inesperada juguetes encantadores no me inquietan menos. En esta vida hay pocas cosas gratis y aunque el dinero no salga de mi bolsillo, sospecho que la mercancía en venta viene a ser la misma: ¡mi alma virtual!.
Dicho esto, espero que se comprenderá que no soy un devoto de “San Google” y si hubiera una tal religión que lo elevase a los altares, inmediatamente se me debería calificar de hereje de tales creencias.
Mientras tanto, reconozco haberme dejado tentar por este nuevo Mefistófeles y hoy tengo que glosar las virtudes de uno de sus productos.
Me bajé Sketch Up al tiempo que la última versión de Google Earth. Registré esta última porque quería investigar sus prestaciones para la conferencia del Curso de Verano de la Universidad Politécnica de Cartagena. Me quedé sorprendido de que mientras Google Earth tenía un precio de registro para uso privado realmente accesible (unos 16 Euros) la primera licencia de uso de Sketch Up era de unos 320 Euros, así que empecé a trabajar con la versión gratuita.
Los primeros resultados eran descorazonadores. A pesar de la facilidad con la que se podían crear volúmenes y de la enorme potencia de sus herramientas, le encontraba numerosas carencias. Poco a poco me fui dando cuenta de que las carencias no lo eran del programa sino de mi desconocimiento del mismo.
Los primeros diseños que hice con Sketch Up parece obras de arte abstracto. No me paraba a pensar que quería hacer sino que iba probando una y otra herramienta, deformando o añadiendo formas a lo ya dibujado. Quedaron algunos objetos cuando menos graciosos.
Después he intentado crear algún objeto concreto, con una apariencia arquitectónica más equilibrada. Luego llegó la ‘revolución‘ de las esferas y encontré un método para hacer objetos de medidas concretas.
Hay momentos en que la presentación en 3D te juega malas pasadas y el programa interpreta que quieres mover el cursor en una dirección que no es la pretendida. Supongo que el posicionamiento por coordenadas y Ruby, el lenguaje de script que integra serán la solución y por tanto habrá que seguir estudiando. Desgraciadamente, no he encontrado ningún libro en castellano sobre el tema.