El sábado decidimos hacer una excursión. Mercedes había visto unos dias antes de salir un reportaje, en ‘El Pais’ sobre El jardin de los Monstruos, un singular parque de esculturas en Bomarzo. Como le pareció que yo no ponía mucho entusiasmo, no tomó nota de los datos precisos. Lo que me pasaba a mi es que estaba nerviosos y preocupado por preparar mis trabajos en el archivo y por como saldria el tema del alojamiento y el viaje.
Cuando llegamos a Roma me encontré que el tema se habia convertido en un malentendido que amenazaba con enquistarse y ensombrecer nuestra semana de vacaciones y su recuerdo por los siglos de los siglos (ya se sabe que ‘las mujeres nunca olvidan’). No lo podia permitir, asi que le pregunté a Paolo, uno de los investigadores con los que coincidí en la sala de lectura del ufficio storico. La única pista que tenía sobre el lugar era que su nombre se parecia a ‘Murano’ pero no era, evidentemente, ese. Paolo me aclaró sin mucha dificultad que se trataba de Bomarzo, un pueblo en la provicia de Viterbo. Con esa información resultó que en el libro guia que llevábamos había unas indicaciones sobre la visita. La noche del viernes, al volver del bar de Makram pasamos por la estación de Termini y mediante las máquinas de expedición de billetes obtuvimos un horario de los primeros trenes.
Decidimos coger el de las 9:14 para llegar a Viterbo sobre las 11:30. Después de desayunar en la residencia llegamos a la estacion y sacamos el billete en una de las máquinas expendedoras. En Viterbo hay dos estaciones, Porta Romana y Porta Fiorentina. La prosa enrevesada de la guia parecia indicar que la estación adecuada era Porta Romana y alli nos bajamos. La estación no tenia otro servicio que un bar y un horario escrito con rotulador en una hoja de papel en el cristal dela puerta. Preguntamos en el bar y …nos dijeron que teníamos que haber seguido en el tren y bajado en Porta Fiorentina. Aquel fue el primero de una larga serie de tropiezos que harian de ese día el más aciago de nuestra estancia. De hecho nada mas bajar del tren, empezó a llover.
Cuando te ves ante una situación inesperada empiezas a tomar decisiones siempre pensando en salir cuanto antes del apuro, pero hay veces que como en un lodazal, cada vez te manchas mas y cada vez el barro es mas pegajoso. Las indicaciones del hombre del Bar, que fue amabilisimo y dejo de atender al público para salir a la calle a indicarnos fueron que siguieramos unos cien metros hasta la parada de los autobuses azules que venian de Roma y que ese autobús nos llevaria -gratuitamente, nos aclaró- hasta Porta Fiorentina, donde podriamos tomar otro autobús hasta Bomarzo.
Cuando nos vimos en la parada y después de unos minutos que se nos hicieron muy largos no apareció ningun autobus, empezamos a pensar que no sabíamos el horario, ni si cuando llegasemos a la otra estación tendríamos que esperar mucho o poco para salir hacia Bomarzo, que la guia situaba a unos 9 kilómetros de Viterbo. Como esta ciudad tambien tenía una interesante visita, decidimos ir a la oficina de información para aclarar algunas dudas sobre los horarios y poder ir sobre seguro. Atravesamos la puerta de la muralla y entramos e Viterbo.
La oficina de información estaba en una plaza y como no era la primera que encontramos, le preguntamos a una señora, que nos dijo que estaba en ‘la otra punta de la ciudad’. Al preguntarle por Bomarzo nos dijo que estaba a unos treinta o cuarenta kilómetros, lo que nos dejó extrañados. Siguiendo sus amables indicaciones, llegamos a la plaza y encontramos en una calle adyacente, la oficina de información. La muchacha de la oficina, que tambien fue muy amable y hablaba español, nos indicó los horarios de los autobuses de la Compañía Cotral para ir a Bomarzo aunque no tenía un plano de la ciudad y los únicos disponibles para la venta costaban seis (6) Euros.
Salimos de la oficina y a la vista de los horarios -el siguiente autobús era a las 13:55- decidimos ver la ciudad e ir a Bomarzo por la tarde. Paseamospor un mercadillo, compramos queso y embutido y nos hicimos unos bocadillos que nos comimos guarecidos de la lluvia bajo un arco precioso. Después del paseo nos tomamos un café y empezamos a acelerar el paso para llegar al punto que la chica de la oficina de turismo nos había indicado como salida de los autobuses.
No calculamos muy bien la distancia y el tiempo y llegamos algo justos, pero con un margen de unos diez minutos de la hora de salida. Diez minutos horribles, porque cuando preguntamos por la parada nadie sabía darnos señal. Ni siquiera en un quiosco que luego resultó que estaba a menos de 50 metros de esa parada. En la zona había varios grupos de personas que esperaban autobuses de la misma compañía pero no solo no sabían de donde salía el autobús sino que además no parecian saber ni donde estaba o qué era ‘Bomarzo’. Diez minutos después conseguimos encontrar a alguien que nos dió razón. Un señor mayor nos dijo que si, que el autobús que buscábamos paraba alli mismo donde le estábamos preguntando, pero que era el que acababa de irse. Y llovía.
La sensacion de rabia impotencia y desesperacion fue inmensa. Habiamos estado corriendo de un sitio para otro en un area de doscientos metros alrededor de un cruce para que finalmente el autobus se escapase delante de nuestras narices. El siguiente autobús salía a las cuatro y habia que trasbordar en otro pueblo sin que supiesemos el tiempo de trasbordo y según la guia el jardin cerraba a las 18:15 y estaba a tres kilómetros de Bomarzo. Prácticamente no habia otra opción que volver a Roma. Fustrados y cabreados nos volvimos a la estación de ferrocarril renegando de Viterbo y de que no hubiera una estacion de autobuses, que nadie supiera donde paraban los autobuses y que la compañia tuviese las paradas dispersas y sin señalizar, además de que en la oficina de Turismo no hubiera planos y la información fuera tan ambigua ya que nos había dicho ‘delante de la estación’ pero en realidad era al otro lado de las vias y no precisamente ‘delante’ sino a 300 metros.
Otra sorpresa la tuvimos al ver que en el cuadro de horarios que había en esa estacion (pero no en la otra de Viterbo, que solo habia un papel escrito a mano) podíamos leer que una hora ante había pasado un tren a Bomarzo. Casi perdemos el tren de regreso, que nadie anunciaba y parecía que iba a otro sitio. Finalmente llegamos a Roma-San Pedro, la estación junto al Vaticano y decidmos dar un paseo por San Pedro. Aun era de día y pudimos hacer algunas fotos.
Aprovechamos también para ver una exposición sobre los 500 años de la construcción de la basílica que Montserrat Pin me había recomendado vivamente. Salimos defraudados y asqueados. Nos cobraron siete euros y el conjunto de materiales expuestos ocupaba tres o cuatro salas no muy grandes. Entre el material expuesto habia bastantes facsímiles y objetos que aún no habían sido colocados. Además no se podía hacer fotos y lo unico que me interesó (alguna maqueta y dibujos) no pude fotografiarlo y ni siquiera había un folleto o un tríptico a modo de explicación. Total: un timo más grande que la propia basílica. Pasamos después al interior del templo del que recordaba sus inmensas proporciones para volver a asombrarme y encontrar mil detalles nuevos de una obra monumental donde las haya.
Maravillado por el aspecto artístico, me quedé sin embargo asombrado también por lo ajeno que me parecía todo en el aspecto religioso. Luego hablando por teléfono con Jose Luis me recordó la frase que explicaba el fenómeno: «Roma veduta, fede perduta».
De San Pedro fuimos por la via della Conzilliazione al castillo de Sant Angelo donde llegamos cuando anochecía y ya noera posible visitarlo. Por el puente monumental del mismo nombre pasamos al otro lado del rio y callejeando nos acercamos hasta las inmediaciones de Plaza Navona. Repasamos los locales próximos y cenamos en uno que se llama ‘Navona Notte’ una pizzeria claramente para turistas pero a la que van muchos romanos, como por ejemplo la propia policía. Mientras cenábamos apareció un coche patrulla y una mujer policía se bajó y entró rápidamente en el local. La calle es estrecha y el margen entre las mesas, los peatones y el coche patrulla era poco. Al cabo de una media hora volvieron a aparecer y esta vez salió con una pizza y una bolsa, ¿La cena del comisario?.
Cenamos en la calle, muy bien y barato. Con unos menús muy ajustados en precio, la calidad de las pizzas y la pasta es excelente. Aunque la lluvia hizo un amago, finalmente nos respetó. El postre lo compramos en ‘Tri Scalone’ y nos lo comimos en la plaza. El mio fué el mitico ‘Tartufo’ de la casa que presume de haberlo inventado. Yo desde luego no he probado otro que sea ni tan solo parecido. Mercedes se pidió una tarrina de mango y yogourt que también estaba deliciosa.
Mientras volvíamos a la residencia me llamó por teléfono Alejandro. Alejandro está haciendo el curso de Estado Mayor en Roma y vive con Kira, que tiene una agencia de viajes y a la que ya conocíamos de las fiestas de las patronas del año pasado. Le había llamado el primer día de estancia para vernos. Me propuso hacer una excursión al dia siguiente, visitando una serie de sitios y acabando en una ciudad muy bonita….Viterbo. Le corté y le dije: «Mira, vamos a donde quieras pero a Viterbo, no». Se quedó sorprendido, evidentemente no conocía nuestra experiencia ese mismo día y dijo, «bueno, yo ya lo conozco…» y yo le propuse: «Mira, te cambio Viterbo por Bomarzo, que al fin y al cabo está ahi muy cerca». Mientras hablábamos me dió la impresion de que consultaba un mapa y accedió a que fueramos a Bomarzo, comprendiendo rápidamente que había una necesidad que le desvelaria en cuanto tuviese ocasión. Eso sería al dia siguiente.
Aun no habían acabado las sorpresas, pero la última fue agradable. Al llegar a la residencia nos encontramos con Francisco Jodar y su encantadora esposa. ¡Que alegría me dió ver caras conocidas!. Jodar es el ‘factotum’ de la residencia del Prat y una persona encantadora y amabilisima al que tengo que agradecerle mil atenciones siempre que lo he necesitado. También estaban de vacaciones en Roma, siguiendo como nosotros un ritmo endiablado de ‘rompepiernas’.