Ya he comentado en alguna ocasión las sorpresas que se lleva uno circulando por las carreteras de l’Empordà a primeras horas de la mañana y como la realidad se entremezcla con la ensoñación y produce extrañas pseudo-alucinaciones. Quizás se trata del mismo fenómeno que el maestro Dalí describía como fuente de inspiración de su «surrealismo paranoico» y otros simplemente aseguran que se trata del «toque de la tramontana», algo que en catalán tiene mucho más sentido pues estar ‘tocat de l’ala’ es estar trastornado y ‘tocat per la tramuntana’ es ese estado de alucinación ocurrente, original y frecuentemente próxima a la genialidad -siento que el honor a la verdad me haga parecer inmodesto- en que suelen encontrarse los habitantes de esta tierra que entre el mar y la montaña dicen que es hija de un pastor y una sirena.
De nuevo columpiándome en el fino hilo que separa la consciencia del sueño y del que surgen muchas ideas, la visión de un cañón de cuento de piratas me ha inspirado un torrente de preguntas: ¿que era aquello? -un cañón, sin duda, no soñaba- ¿A donde iba ese camión con el cañón?, ¿Funcionaría de verdad?, ¡Que gozada! Ya veía la plataforma del radar abaluartada y guarnecida por piezas de a ocho avanzando por la Bahía mientras la Tramontana infla la vela…
Un camión Bucanero. Sin duda se trataba de un camión bucanero que por las peligrosas carreteras próximas a mares cálidos aborda los autobuses de turistas para desvalijar a los orondos ricos nórdicos, cargados de joyas, oro y reproductores de MP3 para repartir el botín entre los desheredados de la fortuna, arrojados a las playas de Europa desde las pateras del hambre la miseria y la desesperación.
La cámara. Llevo aqui detrás la cámara y tengo que hacerle una foto, porque esto no se lo cree nadie.
Más tarde me ha comentado Jaume Santaló, técnico de cultura del ayuntamiento de Roses que el cañón puede ser el que utilizan los «Miquelets» de Roses en sus actuaciones, más exactamente su sección «Artillera» y casi «motorizada» diría yo.