He oído durante muchísimo tiempo renegar del uso de las calculadoras en la escuela y la nefasta influencia que ello ejerce sobre la capacidad de cálculo de los estudiantes.
Recuerdo algo parecido en mi época de estudiante de parvulario cuando nos obligaban a escribir las primeras letras con lápiz. Yo nunca llegué a escribir con plumilla y tintero pero en mis primeras letras el bolígrafo, un invento recientemente popularizado, estaba proscrito.
También en aquella época empecé a estudiar las operaciones aritméticas básicas e incluso quebrados. No se por qué, aquello no sirvió para crear una sólida base de estos conocimientos sino que en el bachiller, cuando la fluidez en el cálculo de quebrados era necesaria para la simplificación de expresiones yo tenía bastantes problemas. Otro caso curioso es el de las raíces cuadradas. Tuve forzosamente que aprender a resolverlas a mano con doce años para aprobar el examen. Lo aprobé, luego debía saber calcularlas, pero fue tan breve el tiempo que estos conocimientos residieron en las conexiones accesibles de mis neuronas que nunca jamás recuerdo haber sabido hacerlo y hoy seria completamente incapaz de resolver una raiz cuadrada de la que no sepa la solución directa sin la ayuda de una calculadora o una hoja de cálculo.
Después de gastarme un dinero en una calculadora con bastantes posibilidades y funciones para mi hijo y de que este dedicase un tiempo a aprender su funcionamiento, resulta que este años su profesora de matemáticas es enemiga del uso de estos aparatos y aun sin proscribirlos le desagrada que sus alumnos los usen.
Yo coincidiré con la profesora en que el sistema actual debería poner más atención en la educación del cálculo numérico en los alumnos, pero el último curso de bachiller no me parece un momento adecuado para rectificar tantos años de impasibilidad.
Y es que hay un grave problema en la didáctica moderna que referido a las matemáticas tiene dos vertientes.
Por una parte la necesidad no atendida de ejercitar la mente de los estudiantes en sus primeros años en el cálculo numérico imprescindible para promover la creación de conexiones neuronales que en el futuro facilitarán la comprensión matemática y con ella la visualización de muchos problemas en ciencias que usan las matemáticas como herramienta, desde la física a la economía.
Por otra parte en años posteriores, la estúpida insistencia en proscribir los medios prácticos modernos de la enseñanza, separando el aprendizaje del mundo real. Si en la vida real los problemas se resuelven con calculadoras, ordenadores o cintas métricas, son estas herramientas las que los estudiantes deben usar y con las que deben ejercitarse para adquirir la destreza que les haga operarios o científicos competentes. El conocimiento de los principios básicos no puede sustituir sino complementar los conocimientos prácticos necesarios.
Así tenemos unos niños a los que los profesores no permiten memorizar absolutamente nada, a los que no se les fomenta una visión intuitiva del cálculo ni se les enseñan trucos y juegos para convertir el cálculo en una actividad lúdica y atractiva que se convierten en adolescentes a los que se les pone mala cara cuando usan la calculadora por no haber adquirido unos conocimientos que nunca se les fomentaron y que tendrán problemas en el mundo laboral al carecer de conocimientos prácticos que les serian de gran utilidad.
Hoy no se entiende el acceso a la cultura y el conocimiento sin el uso de las nuevas tecnologías. Por eso me parece imprescindible s introducción desde los primeros años de la infancia. En el parvulario nuestros hijos están ya capacitados para navegar por Internet, usar programas de dibujos y utilizar juegos de ordenador o aprender el abecedario al tiempo que el uso del teclado QWERTY.
De igual forma que no solo no se suprime la gimnasia y las actividades al aire libre, de igual forma hay que ejercitar desde los primeros años la fluidez verbal, la capacidad de calcular mentalmente y la memorización como gimnasia imprescindible para fomentar el aumento de conexiones neuronales, es decir un cerebro fuerte y capaz de cargar con todo el bagaje cultural de los años siguientes.
Quienes tenéis niños en edad de parvulario, tened en cuenta que este planteamiento en la mayor parte de las escuela es impensable y en la pública una quimera, así que os recomiendo que empecéis a buscar la forma de estimular esas aptitudes en vuestros hijos y os garantizo que además de ayudarles en su formación como personas, os ahorrará mucho dinero en profesores de repaso y matriculas universitarias de asignaturas repetidas.