Es frecuente que al mostrar un bello dibujo te pregunten: «¿Lo has hecho tú?». Si la respuesta es afirmativa, se produce una exclamación de sorpresa y admiración. Si a continuación aclaras que lo has calcado, la sorpresa admirativa se torna decepción y una cierta reprobación, porque nadie considera que calcar un dibujo, incluso copiarlo, tenga el más mínimo mérito artístico. Independientemente de que esta consideración sea justa o no, creo que es ampliamente mayoritaria.
Aunque no suelo calcar mis dibujos, he reflexionado bastante sobre qué cantidad de participación de la técnica o la tecnología en la confección de una obra se considera arte y a partir de que momento resulta ser, o se considera, un fraude.
El collage, por ejemplo, no requiere una especial habilidad, salvo la de elegir imágenes, recortarlas y combinarlas en una nueva composición. De hecho la propia fotografía, producto completo de la tecnología, se considera por muchos un arte, como también el cine, denominado «séptimo arte». Aunque el artista de estas disciplinas aporta su imaginación para la composición de las escenas e intenta transmitir un mensaje de ideas y sentimientos, los medios que utiliza son tecnología, y no tienen nada que ver con la habilidad manual. Así parece que el arte es la habilidad de imaginar y crear ideas que resulten novedosas o sean plasmadas de forma original, aunque los medios sean completamente tecnológicos, como el cine, vídeo, fotografía o performances basadas en ordenadores, juegos de luces, fuegos artificiales o fuentes que fluyen con armonía.
Y así podríamos hacer un repaso a otras artes, considerando si el órgano o la guitarra electrónica son instrumentos menos dignos de ser considerados artísticos que la trompeta, el tambor o la lira.
Si el escultor, en lugar de modelar con sus manos el barro o la cera y fundir la obra final en bronce -algo que por cierto, muchos artistas encargan a un taller de fundición- modela los volúmenes imaginados con un software adecuado y crea la figura final con una impresora 3D, ¿es menos artista?.
De vuelta al tema del dibujo, Diré que en mi opinión, dibujar es resolver un problema que consiste en representar en dos dimensiones un objeto o escena tridimensional. Por ello, a mi modo de ver, calcar otro dibujo ya hecho, o incluso copiar de una fotografía, aun cuando puede mostrar un encomiable dominio de la técnica de la representación gráfica, no es arte, porque la aportación del autor es mínima y elude la cuestión principal: la interpretación del volumen como una imagen bidimensional, de la misma forma que no es iguar modelar un personaje u objeto 3D que escanearlo para construir una réplica.
El trabajo los diseñadores gráficos o de objetos, requiere una alta dosis de creatividad, y pueden considerarse arte en la medida que sus soluciones son estéticamente bellas, transmiten ideas y son aportaciones y soluciones originales, por mucho que con determinadas técnicas, el resultado final sea producto de un proceso industrial.
Tampoco tengo ninguna duda que cuando a la realización de la obra artística se añade una habilidad manual y en la medida que esa habilidad es excepcional y poco frecuente, la calidad de la obra crece, por el valor estadístico que le confiere el hecho de que sean muy pocos los dotados de la habilidad necesaria para realizar esa obra «a mano alzada». Pero entonces, ¿se trata de un mérito artístico? ¿O quizás el mérito estriba en su excepcionalidad?.
El hombre, desde sus orígenes, ha utilizado su mente para crear herramientas que le permitan realizar diversas funciones con mayor eficiencia. Imaginemos el asombro de los primeros admiradores de las obras de pintura rupestre. Que sorprendente sería adivinar las conocidas siluetas de los animales en las paredes de la cueva, las siluetas de las manos, o las propias figuras humanas representadas en aquellas primeras pinturas, supondrían una ola de admiración hacia los artistas que las crearon y de alguna manera se consideraron útiles para la comunidad, de forma que perduraron y se transmitieron de maestros a discípulos. Pero ¿qué le pasó al inventor del pincel? Quizás fue tachado de poco purista, de hacer «trampas» al no pintar con los dedos, de pervertir el arte de sus mayores con técnicas poco ortodoxas, indignas de ser consideradas verdaderas expresiones artísticas.
En la historia de la pintura, el uso de la técnica ha sido una constante. Los pintores de determinadas épocas eran auténticos expertos en pigmentos y fabricación de pinturas, las técnicas adecuadas para mantener una pintura sobre una pared o estamparla en un papel.
La evolución nos ha llevado por el camino, más eficiente, de la especialización y los pintores no se fabrican ya sus pinturas ni en muchos casos se preparan sus lienzos. Pero siguen usando herramientas tradicionales como los pinceles, espátulas, caballetes… y otras menos conocidas por el público en general, como el tiento o apoyamanos, una varilla con un extremo acolchado que se usa para apoyar la mano con el pincel y mantener el pulso al pintar detalles pequeños. Tampoco resulta difícil imaginar que las cuidadas perspectivas de famosos cuadros fueron trazadas con la ayuda de reglas o cordoncillos tensos impregnados en tiza o carboncillo usados como tales reglas para trazar rectas.
En los cuadros de los pintores clásicos famosos por sus perspectivas como Canaletto están llenos de rectas que es impensable que fueran trazadas a mano alzada.
Antes de la existencia de la fotografía, los retratos exigían largas y tediosas sesiones de posado. La fotografía se ha constituido en un apoyo para muchos artistas. Salvador Dalí consultó cientos de fotografías hechas expresamente para considerar la perspectiva de su famoso «Cristo de San Juan de la Cruz» y otros de sus cuadros.
También se puede usar un acetato o un cristal con una parrilla dibujada para ‘reproducir’ lo que el ojo ve a través del mismo sobre una cuadricula proporcional esbozada sobre el lienzo, sin que sea otra cosa que una forma algo más sofisticada de obtener las proporciones del modelo que el clásico gesto de «medir» con el lápiz o el mango del pincel.
La cámara oscura, que ya describió Leonardo da Vinci es una caja con un agujero a través del cual los rayos que iluminan una escena adyacente se cuelan y proyectan una imagen en la cara opuesta al agujero. Y eso funciona en una caja de zapatos y en una habitación entera. Se cree que el pintor Johannes Vermeer utilizaba uno de estos artefactos para pintar sus cuadros dotados de un gran realismo, pero al mismo tiempo con detalles que hacen pensar en su obtención a partir de la imagen proyectada por una cámara oscura.
La cámara lúcida es un sistema óptico basado en un prisma que permite superponer la visión del cuaderno de dibujo con la de la imagen frente a nosotros, aunque en la hoja del cuaderno aparece invertida, no tenemos más que «repasarla» para obtener un boceto «calcado» de la realidad. Cuando no existían las cámaras fotográficas o la fotografía no era una tecnología rápida ni fácilmente transportable, permitían hacer rápidos croquis, con fines militares o de documentación de un paisaje o viaje.
Aun utilizando estos artilugios la realización de un dibujo de calidad no es tarea fácil. Hay que decidir que sombras o rasgos de la realidad deben convertirse en líneas y como sombrear o colorear una zona. En definitiva: sigue habiendo un problema que resolver y la técnica y creatividad del autor entran en juego para hacerlo.
La tecnología digital ha permitido crear numerosas «muletas» que pueden ser usadas como apoyo de los aristas. La fotografía, antaño un proceso complejo, se ha convertido en algo privado, ya que cualquiera puede disponer en casa de los medios para tomar las fotografías, visualizarlas e imprimirlas. Las imágenes fijas o el vídeo pueden proyectarse y a partir de la proyección calcarse sobre el lienzo.
Los bocetos hechos a mano pueden escanearse y ser tratados con programas gráficos para retocarlos, limpiarlos, o cambiarlos de color. A su vez el proceso de entintado o coloreado pueden realizarse con aplicaciones de software que imitan con increíble realismo las herramientas analógicas.
Hay programas para imitar lápices, plumas, rotuladores de diferentes tipos o pinturas, llegando a permitir configurar la absorción del agua por parte del papel, la velocidad de secado de la pintura o la inclinación del tablero para que la pintura se deslice por impulsada por la gravedad de una forma similar a como lo haría en el mundo real. Llegados a este punto, ¿Qué diferencia hay en usar un pincel analógico del mundo real o uno virtual del mundo digital?.
Yo creo que la diferencia es la honradez. El cirujano, el orfebre o el pintor usan sus manos con increíble habilidad, ayudados de herramientas con fines diversos cuya belleza y bondad son muy útiles a la especie humana por su contribución a la salud o la cultura.
Usar sofisticadas herramientas tecnológicas no es lo que determina la calidad artística del producto. La creatividad, originalidad, la inteligencia, destreza, el trabajo y la belleza que acompañan la obra generada es lo que determina su calidad artística. Se puede ser un artista manipulando un robot o un pincel, pero si se miente sobre el proceso creativo llevado a cabo, quien lo hace es solo un mentiroso. El fraude anula el mérito del artista. El hecho de que un fraude no sea descubierto no anula su condición de fraude.
Por tanto estaría bien que seamos abiertos a las nuevas formas de creación artística. A mi, personalmente, muchas ilustraciones digitales me parecen mucho más artísticas que horrendos cuadros hechos por métodos completamente tradicionales.
La esencia del arte es la representación estética y armoniosa de la belleza y la transmisión de ideas. Y las buenas ideas de fábrica siempre serán mejor que las estupideces artesanales.