Hablaba por teléfono con Josep Miquel Solé, propietario de la Editorial ‘Reserva Anticipada’ y me ha dado una noticia que me ha dejado trastocado. Cierra ‘Plásticos Santos‘ de Valladolid, un líder entre los comercios dedicados al modelismo en plástico.
Me ha dado los mismos argumentos que le daba hace cosa de un mes el propietario, José Ramón Santos, al “Norte de Castilla”: “los niños ya no se dedican al modelismo”. Como una víctima más de los videojuegos, esta afición no encuentra un relevo generacional y lo que antaño fueran el grueso de las ventas ya no se produce.
Curiosamente un producto que ha desplazado a los kits de plástico son los aviones de metal de una sola pieza. Con un precio de adquisición mucho mayor, no requieren en absoluto la participación del usuario, convertido en mero cliente. Muy acorde con la sociedad consumista en la que vivimos donde es más importante lo que se tiene que lo que se es o se sabe. Constatar esto de una forma tan patente, ver la vertiente práctica de estas conclusiones es muy triste.
Una buena cantidad de mis mejores recuerdos infantiles están en aquellas horas que pasaba montando maquetas de aviones que luego colgaba de un hilo en mi habitación para por las noches dormir soñando que pilotaba aquellas aeronaves. Cuando empecé, me consideraba poco paciente y un poco torpe. El deseo de ver aquellas maravillas montadas y pintadas como fieles reproducciones de aviones que existieron realmente me hicieron esforzarme y controlar mis nervios y mis manos. Al cabo del tiempo, observando asombrado el escuadrón que había despegado de mi mesa comprendí que habilidad y paciencia eran cosas que podían adquirirse y que el límite de nuestras posibilidades está en nuestra voluntad y nuestro deseo.
Los restos de aquel escuadrón descansan en una caja de madera celosamente guardados esperando el día en que tenga un tiempo sin prisas para quitarles amorosamente el polvo y revivir con ellos tantas ilusiones.
¿Como aprenderán los chiquillos de hoy en día estas lecciones tan necesarias?. El límite de su colección de aviones es una cifra en euros, la lección es bien clara: “tanto tienes tanto vales”, “si no consumes, no existes”. Una filosofía que no solo es mala desde un punto de vista moral, porque hace preponderar lo material sobre aquellas cualidades que nos hacen humanos, es que además, no lleva por ninguno de sus vericuetos a la felicidad. Y eso si que es malo. Regalar maquetas a vuestros hijos o nietos y estimularles a que disfruten montándolas. El descubrimiento de su capacidad les hará personas mejores y más felices.
Ah, qué recuerdos…
En mi trastero todavía hay un par de grandes cajas con maquetas sin montar, pinturas, herramientas variadas, revistas de modelismo, etc, etc, que me resisto a tirar con la esperanza de retomar el tema algún día.
Aunque también tengo pendiente lo de los aviones de radiocontrol, claro, que cuando tenía tiempo no tenía pelas y ahora que tengo pelas no tengo tiempo ;-)