Una de las tareas más difíciles de cada día es ponerse al dia. Muy pocos días de los muchos que vivimos estamos al día, de forma que casi siempre vivimos con retraso.
Lo bueno de las mudanzas es que cuando tienes que pagar un camión para trasladar tus cosas que antes tienes que desmontar, envolver y empaquetar, adquieres una especie de clarividencia sobre lo superfluo y lo imprescindible traspasando del segundo al primer concepto muchas mas cosas de las que jamás hubieras pensado antes de trasladarte.
Por eso en las listas de tareas pendientes habría que hacer de vez en cuando una mudanza, o simplemente perder la lista y volver a empezar. Un amigo, que iba para asceta tenía la costumbre de quemar todas sus posesiones cada año nuevo. De esta forma quería ir ligero de equipaje por la vida como los que toman el barco que nunca ha de tornar, que diría el poeta.
Ni tanto ni tan calvo. Pero yo llevo todo e fin de semana ocupadísimo en acabar un artículo que el jueves creía que ya estaba acabado, pero el viernes por la mañana se me ocurrió que en las 1000 palabras que había escrito no me cabía todo lo que quería decir y que serían mejor 1500. Ya dijo no sé quien que hay que tener cuidado con lo que se pide porque puede ser que se te conceda.
Mientras me dedicaba a esta tarea he ido repasando todas aquellas otras que debería haber hecho en su lugar para ponerme al día y que siguen apuntadas en la lista de los trabajos pendientes, los muy pendientes y los pendientísimos, divididos a su vez en los de acción inmediata o remota, de forma que mi lista de tareas pendientes es más bien una matriz, de las que además resulta complicado simplificar.
Y así es como toma retraso mi vida, decidiendo si tengo que hacer primero lo urgente o lo importante y que cosas son clasificables bajo cada epígrafe. Escribir esto no estaba ni en uno ni en otro.