Deshauciando libros

Yo he tenido siempre una relación especial con los libros. Más que de amor intenso ha sido de respeto reverencial. Me ha costado incluso llegar a subrayarlos. Lo he hecho por necesidad con los libros de texto, pero hasta hace poco me he resistido a hacerlo con otro tipo de libros. Y es que de un tiempo a esta parte estoy cambiando -en algunos aspectos, de forma radical- mi actitud hacia los libros.
Para empezar yo siempre había dado asilo a cualquier libro en mi biblioteca. Cualquier tema o formato me parecía respetable y aunque no fuera a buscarlos, si llegaban a mi, los alojaba en mis estanterías.
Sin embargo, esta política me ha llevado a una situación de sobrepoblación insostenible. Al principio casi nos alegramos del crecimiento de la familia. Ampliamos la biblioteca al salón y luego pusimos estanterías a todo lo largo del pasillo, justo por encima de las puertas. Finalmente pusimos también estanterías en el recibidor.
Pero los libros continuaban acumulándose a pesar de la idea original de agruparlos por temas, el espacio se obstinaba en conjurarse contra esa loable intención. Cuando no era la longitud de la estantería era su altura, pero cada vez con más frecuencia los libros no se podían poner con los que ya estaban ubicados de su mismo tema y pasaban a dormir tumbados obre otros libros.

Librería congestionada

Y entonces comprendí que el espacio no es flexible. Es rígido y limitado y requiere una cuidadosa administración porque es un recurso escaso y si tu amor a los libros es mayor que el espacio disponible en tu casa, o cambias de casa o cambias de política con los libros.
Y como no tengo intención de cambiar de casa he decidido empezar a desahuciar libros. Por suerte para mi, estaban sin contrato y por suerte para ellos sigo conservando mi respeto por su derecho a la vida.
Creo que los viejos libros que holgazaneaban en mis estanterías pueden tener una nueva vida con otras personas. Antes de que les llegue el momento de reciclarse para dar vida a otros libros, aún pueden dar curso a la información que contienen y realizarse prestando un servicio a otras personas.
Una parte se los llevó una amiga de una amiga de Mercedes, camino del mercadillo de los domingos en Castelló. Llamé a un conocido que se dedica a la compra-venta de libros y hoy ha pasado a recoger otra parte que pensé que podía interesarle. Yo tenía más prisa por hacer sitio que por obtener un beneficio y se los he regalado, faltando a una vieja norma que me aconseja que cuando alguien se lucra gracias a mi, me corresponde una parte del lucro. En este caso el lucro es hipotético, pues según me ha contado, el mercado del libro viejo se resiente de la crisis. Pero es igual, antes de que me lo contase ya había considerado el aumento de espacio disponible un beneficio suficiente. Eso y saber que a pesar del deshaucio, mis libros no quedan abandonados sino con alguien que también los aprecia.

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