La realidad supera la ficcion y el concepto de «Orweliano» se redefine cada nuevo día. Un reportaje de la corresponsal de la CNN en Israel, referenciado en Slashdot analiza las tendencias y proyectos de empresas de seguridad que investigan la posibilidad de analizar las intenciones y emociones de pasajeros y personal en los aeropuertos con el fin de detectar terroristas.
La idea es algo así como hacer un encefalograma a distancia y analizar la respuesta a estímulos subliminales como una fotografía de Bin Laden que aparece fugazmente en los monitores que muestran los horarios y las puertas de salida de los vuelos.
Controles de Seguridad aeroportuarios. Imagen (CC)por Enrique Dans en Flickr
Sería mucho más fácil si se pudiera entrenar fácilmente a los vigilanes jurados y agentes de policía en visualizar el aura tal y como describía Losbang Rampa en ‘El tercer Ojo‘. En cualquier caso, alrededor de la seguridad aeroportuaria se está formando un cuerpo de leyendas urbanas y mitología que reúne aún más supercherías que la obra del presunto tibetano.
Otros sistemas de seguridad ya han sido cuestionados como invasores de la intimidad del pasajero. Unos nuevos sistemas de Rayos X que atraviesan la ropa pero solo parcialmente el cuerpo humano de forma que desvelan la presencia de armas y otros objetos contundentes, pero no el esqueleto, como haría un equipo de Rayos X de los aplicados en medicina. Esto produce el sorprendente resultado de ‘desnudar’ al pasajero como en cualquier película de ‘erotica-ficción’ o en el sueño de cualquier adolescente en celo.
Pero ¿Donde empieza mi intimidad?. Cuando empezaron a usarse las huellas digitales como prueba judicial muchos encartados protestaron por lo que consideraban ‘una invasión de su intimidad’. En algunos países no existe el carnet de identidad y su mera mención provoca indignadas protestas mientras que nosotros consideramos algo práctico y natural. Y es que en una franja muy amplia, la intimidad depende de una percepción personal y su transgresión en beneficio del interés público una obligacion que nos impone el vivir en sociedad, lo peliagudo es que sobre algo tan intimo opinen y decidan los demás, tan cautos en asuntos de ‘corrección politica’ y tan fascistas en cuanto pueden poner ‘la seguridad’ como excusa.
A mi personalmente no me importaría que el empleado de seguridad me viera los gayumbos a cambio de no tener que vaciar los bolsillos y quitarme cinturón y zapatos en una escena que me parece molesta, abusiva, degradante y ofensiva además de completamente inútil.
Zapatos seguros. Imagen (CC)por chenines en Flickr
Porque en general todos tenemos que soportar, cuando viajamos en avión, el absurdo de que se nos obligue a tirar productos cosméticos de alto valor o botellines de agua exactamente iguales a los que una vez pasado el control podemos comprar (a otro precio, eso si) en el «Duty free» correspondiente, que nos priven de un cortauñas o de unas tijeras de costura de escasos cinco centímetros y punta roma.
El problema es que finalmente quien soporta toda la incompetencia o el abuso del sistema es el usuario, sufrida víctima de recortes en sus derechos ciudadanos por parte de personal raramente cualificado. Todas estas medidas solo tienen por objeto convencer a algún estúpido que pueda quedar por el mundo de que nuestros políticos hacen ‘todo lo que pueden‘ para protegernos y que si llegase a ocurrir ‘lo peor‘ en ningún caso sería culpa suya.
Lo cual no deja de ser verdad porque en realidad es culpa nuestra que les votamos y porque los escasos movimientos de protesta tienen un mínimo eco social. El miedo es nuestro principal enemigo y un medio de coacción fácilmente utilizable contra nosotros.
y la cosa es que estoy convencido que todo esto es inútil, y que si quieres hacer algo ‘malo’ en un avión vale con una determinada cantidad de hombres (diré hombres/mujeres o personas, no sea que se te echen encima) bien entrenados/as… (uno tiene mu mala leshe, y algunos ratos de aburrimiento dan para pensar mucho, pero no, no contaré nada más aquí)