Efemérides republicana

Hoy 14 de abril se conmemora el aniversario de la proclamación de la segunda república española. Un hecho histórico que para algunos representa un ramalazo nostálgico y para otros una llamada a la esperanza.

Yo no me encuentro ni entre los unos ni entre los otros. La segunda república es para mi un hecho histórico que abordo sin sentimientos a favor o en contra y solo como historia me interesa. Creo que se trataba de una ocasión para la esperanza. Esperanza para España de superar la crisis constitucional del siglo XIX, la división entre liberales y conservadores, el acceso a la modernidad y al progreso.

Por ello nació de una forma extraña, llegó sin invitación, de la mano de unas elecciones municipales y se quedó sin la oposición del representante de una monarquía y un sistema consumido quizás por sus propios errores e incapacidades.

Pero parece ser que esos errores e incapacidades no eran potestad privativa del sistema monárquico y la república no supo o no le dejaron superarlos. Quizás las limitaciones no eran del sistema sino de sus propios protagonistas. Habría que preguntarse cuantas de esas incapacidades hemos preservado hasta hoy y cuantas de las virtudes republicanas puede lucir una monarquía con vocación de estado social y democrático de Derecho que proclama como sus principios la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

Me parece que la cuestión sobre la forma del estado resulta hoy trivial porque más importante que su forma es su contenido: Como y de que forma trabajamos y nos afanamos en dar sentido a esos principios que decimos constituyen los valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico o por el contrario como nos entretenemos en las palabras huecas, lo políticamente correcto, los gestos hacia la galería, la denostación del adversario y la mentira o el libelo para socavar la competencia de los propios partidarios.

Mientras se proclama un nuevo ministerio de igualdad, la prensa no deja de destacar la trivialidad, elevada al rango de efemérides, de una ministra de defensa embarazada pasando revista a las tropas. Por supuesto sin el más mínimo interés por sus intenciones al frente del ministerio, la situación de leyes básicas promulgadas por el anterior gobierno y los planes para desarrollarlas, el mantenimiento o no de los altos cargos del departamento….

No, nada de eso. Incluso los conocidos van y te preguntan: «¡Que!, ¿Que tal con la ministra?«. Como si después de jurar el cargo, la titular de la cartera me hubiera llamado para hacerme confidencias o invitarme a cenar. O como si yo fuera dado a expresar mi opinión sobre mis superiores jerárquicos, especialmente cuando no cuento con elementos de juicio sobre su actuación o simplemente esta aún no ha empezado. El comentario más repetido estos días es de una trivialidad que roza el insulto.

Nos quedamos en la cáscara sin mostrar el mínimo interés por la yema ni aún por la clara de los asuntos que nos incumben. El tema no es el estado de gestación o el sexo del Ministro de Defensa. El tema es si su actuación al frente del departamento y en la política del nuevo gobierno nos hará avanzar en mayores cotas de libertad, justicia, igualdad y pluralismo político.

Mientras, los militares n tenemos otra opinion que aprestarmos a mantener nuestro puesto en formación, atentos a las órdenes del mando, convencidos de que su exacto cumplimiento contribuirá a alcanzar la victoria. Sencillas, claras, las ordenanzas quizás no son perfectas, pero es lo que hay y hay que cumplirlas. Honradez es buscar la verdad, decir lo que se piensa y cumplir lo prometido. Lo importante son los principios y no el color con el que los pintamos.

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