Ubuntu es la distribución de Linux que uso. La elegí por su facilidad de instalación, configuración y por la forma rápida y sencilla de hacer los cambios.
Pero estas características no soy hoy en día raras en las distribuciones de Linux y al fin y al cabo Ubuntu deriva de Debian que también tiene estas características y Open Suse cuenta con el sistema Yast, un sistema de repositorio para instalación y actualización de software excelente, desarrollado cuando era la distribución que incluía el mayor número de aplicaciones.
Al final lo que me hizo decidir por Ubuntu es que a diferencia de Debian permitía instalar software de una forma menos exigente en el aspecto de las licencias. Software tan básico para mi como Firefox o Thunderbird y además la instalación de drivers propietarios, frecuentes en las tarjetas gráficas de calidad, aunque no estaba predeterminada, podía hacerse dentro del propio sistema.
Yo uso una tarjeta ATI Radeon HD 5750, un procesador gráfico de alto rendimiento con un Gigabyte de memoria dedicada que me permite usar hasta tres monitores formando un único escritorio panorámico. Para eso me la compré y para eso quiero usarla. Y para ello necesito que funcione en sintonía con el sistema.
El domingo llevaba un par de días viendo en el programa que al arranque del ordenador analiza que paquetes requieren actualización el anuncio de que había disponible una nueva versión de Ubuntu. La 10.4 “Lucid Linx”. Ubuntu realiza dos actualizaciones anuales, una en abril y otra en octubre que nombra con el número del año y el del mes, además de un nombre clave. Yo estaba usando la de octubre de 2009 cuya denominación es 9.10 “Karmic Koala”.
El domingo tenía tiempo y en Twitter leía a @LamarK que acababa de actualizar su sistema. Le pregunté cuanto tardaba y me dijo que apenas unas horas, así que lancé el proceso ed actualización. Durante el mismo ya me hizo varias preguntas impertinentes y me dio avisos de que cierto software quedaba “sin soporte”, aunque lo más raro fue al final porque un aviso alarmante me decía que el driver propietario de la tarjeta ya no era compatible y que si lo seguía usando mi ordenador podía quedar fuera de servicio. Como otras veces también lanza un aviso al respecto le dije que vale, que aun así que lo usara, lo que provocó una abrupta interrupción de la actualización con un mensaje que decía que había acabado ‘con errores’.
El alcance del desastre solo fue patente cuando reinicié el ordenador y el proceso de arranque se detenía en una pantalla oscura del nuevo color berenjena sin llegar a la pantalla de login. Después de multiples pruebas ensayo-error descubrí que lo que en realidad atascaba el proceso era el uso del monitor Acer H233H ya que ni a través del HDMI ni de la conexión VGA se hacía con él.
Intenté instalar manualmente con apt-get los divers de la tarjeta, de hecho en la web de soporte ya había una versión para 10.4, pero no había manera. Llegué a entender que para instalar los nuevos drivers había que borrar el rastro de los antiguos, pero no pude instalar ni los propietarios ni los que se ofrecen como libres a través de X.org. Alli estaba yo, con una tarjeta gráfica de ‘fórmula uno’ y usándola como un utilitario de los que no necesitan carnet, en un monitor pequeño y a una resolución de 1024×768.
El lunes –que aquí eran las Ferias- dediqué la tarde a hacer una copia de seguridad de mis 300 Gigabytes de datos en el disco de respaldo (instalé dos discos gemelos de 1 Gb. Para estas cosas).
El martes fue el día de la frustración. No solo no hubo manera de instalar los drivers que quería sino que apareció un nuevo incidente en la pantalla de login que me cerraba el paso a la sesión gráfica. Al pedirme el login con mi usuario e introducirlo, la pantalla se oscurecía y en vez de iniciar el entorno gráfico volvía a presentar la pantalla de login, una y otra vez. El lince parecía una Marmota. Sospecho que el error provenía de un cambio que hice, configurando el arranque para que no me pidiera el password pero que dio como resultado este nuevo desastre.
Aún contaba con el pequeño Acer Aspire One para consultar los foros de ayuda, pero estos estaban saturados. Parece que el “Lince Lúcido” ha resultado ser un “Lince Estúpido” por la cantidad de problemas que ha producido. El foro de apoyo de Ubuntu en español estaba prácticamente inaccesible, con tiempos de respuesta entre página y página de quince minutos.
Arranqué desde el CD de instalación de 9.10 y desde allí intenté varias acciones para despejar al menos el acceso a la sesión gráfica para reintentarlo con los drivers, pero sin éxito.
Con los datos a salvo, lo que intentaba evitar era reinstalar el sistema para no tener que reinstalar todos los programas que durante este tiempo he ido añadiendo al sistema así como los que venían instalados por defecto y he borrado (F-Spot y Evolution, por ejemplo…).
Estaba tan aburrido del tema que después de CSI NY me quedé viendo “Rambo III”, que resultó ser tan infumable como había sido siempre pero me dejó el encefalograma lo suficientemente plano como para asumir mi destino y a las 01:40 de hoy decidí reinstalar la versión anterior del sistema.
A las 3 me fui a la cama con todo el sistema instalado y funcionando y dejé al programa de actualización de paquetes trabajando por la noche para que realizase todos los cambios automáticos que se habían ido haciendo día a día en estos meses atrás.
Esta mañana todo parecía normal y el ordenador ha arrancado sin problemas. Esta tarde estudiaré el trasvase de datos –espero no haber perdido la base de datos de mensajes de correo- y el tema de los drivers e intentaré hacer una lista de programas a reinstalar.
De forma que quizás mañana, cuatro días después de intentar la actualización pueda volver a la normalidad. Esta versión de Ubuntu me parece desastrosa. No recomendaría a nadie que la instale y me ha hecho plantearme cambiar de distribución, ya que las ventajas por las que la elegí no han resultado ser tales. Ha sido tan desesperante que en momentos de delirio he llegado a añorar Windows, tan propietario, tan malo, …tan sencillo.
En fin, lo que más me ha conmovido ha sido la simplicidad y la estupidez de una respuesta en un foro de ayuda en la que alguien que sin duda es un niñato, afirmaba que: “Linux no tiene modo de arranque a prueba de errores porque no tiene errores”. Te alabamos, señor.
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