La primera vez que oí hablar del Principito estaba en el instituto en clase de Francés. Yo no atendía a las clases de francés porque no me era en absoluto necesario.
Había empezado a ir a clases de Francés a los siete años a la Academia de «Mesié Borrás» donde durante una hora al día no se podía hacer otra cosa que hablar francés. A pesar de que yo era realmente un resistente a la enseñanza el francés se convirtió para mi en una lengua tan familiar que durante todo el bachiller solo tenía que ofrecerme voluntario para leer un día en clase y tener ocasión de exhibir mi maravilloso acento para considerarme prácticamente aprobado. Las traducciones me resultaban simples y solo tenía que sortear las preguntas de gramática, la parte más debil de mi conocimiento de la lengua de Moliere.
Por eso no atendía en clase. Era un esfuerzo inútil, puesto que tenía la asignatura aprobada casi de antemano. El libro era una novedad y presté un poco de atención a mi ejemplar. Por supuesto estaba en francés lo que en principio no representaba ninguna dificultad para mí, pero aquel día tuve que leer varias veces los primeros párrafos del libro para entender algo.
¿Dibujos? Se trataba de una historia sobre una boa que se comía un elefante y cuyo dibujo parecía un sombrero. ¡Que estupidez! pensé. ¿Como se le ha ocurrido a esta mujer hacernos comprar un libro para niños?. Y allí acabo por entonces mi interés por el libro. «Habla de la amistad y el amor, de los sueños y de la vida» decía la profesora, pero yo era un adolescente arrogante y estúpido y no creí una palabra.
No sé cuanto tiempo después hice una lectura desganada de aquel libro que había calificado tan ligeramente. No recuerdo la razón que me impulsó a retomar aquella lectura. Puede que el hecho de que su autor fuera un piloto o que incluyera dibujos me animase a investigar. Lo hice en un ejemplar en castellano, lo que a pesar de mis conocimientos de francés me era bastánte más cómodo. Quedé sorprendido. No era en absoluto un libro para niños y en él encontré una serie de pensamientos profundos interesantes y muy útiles.
Después de aquella primera lectura han venido otras muchas. Sin duda alguna es el libro que he vuelto a leer más veces. En español y en francés. Solo en el texto en francés encuentro el auténtico sentido de algunas frases. Cuando el lenguaje expresa con maestría los sentimientos se ciñe y apura los significados y sus traducciones son siempre aproximadas e incompletas.
Esta tarde, puesto que solo disponía de mi portátil, me he puesto a reorganizar ficheros en el disco duro y me he encontrado con una copia en formato PDF. Sin darme cuenta he leído de nuevo sus cuarenta y cinco páginas. Y de nuevo he encontrado mensajes nuevos, enseñanzas que aun no había asimilado, retazos de belleza en frases olvidadas y sobre todo esa sensación de que el libro habla de mi, o de unos sentimientos tan familiares como universales.
No me acuerdo del nombre de mi profesora de francés, pero sé que tenía razón: el libro habla del amor, de la amistad de los sueños y de la vida.
En muchas de las circunstancias que durante mi vida he encontrado la amistad, el amor o la muerte las palabras del Principito han supuesto un alivio, un consuelo, una ayuda o un estímulo. Es increíble como tan pocas páginas pueden encerrar tanta sabiduría. Por eso El Principito se ha convertido también en uno de los libros que más veces he citado en mis escritos.
Después de leerlo, no con los ojos que leen las letras sino con los que lee el corazón y la mente, ni el miedo ni la tristeza, la amistad o la alegría , la vida o la muerte pueden volver a verse de igual forma. Pero es muy probable que haya quien lo lea y solo vea en él un libro para niños. Ya se sabe: las personas mayores no entienden nada.
- Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
- He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
- Pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón.
- Para los que viajan, las estrellas son guías; para otros sólo son pequeñas lucecítas.
Me has vuelto a recordar un buen libro, y lo he vuelto a leer por enesima vez. Si hubiera tenido la dirección de tu correo electronico te hubiera mandado un fragmento del mismo capítulo XXI que habla sobre la amistad.
Como tu bien dices… Encierra mucha sabiduría.
Que tengas un propero Año Nuevo 2008
me resulta interesante que además, su autor como el de este buen blog se dedicaban a tareas muy similares, salvando las distancias espacio – temporales.
le recomiendo la lectura ya que hablamos del tema, de otro buen comic: las aventuras de valerian agente espacio temporal.