Si me gustase el fútbol, el tema de este artículo podría ser ese deporte, porque ayer, según me cuentan los aficionados que me rodean ayer el equipo de esta ciudad jugó un partido contra el Bayer de Munich que no dudan en calificar de épico. A mi, como digo, el fútbol no me gusta.
No es que no lo haya intentado. Cuando tenía seis años en mi primer año en el Colegio Episcopal de Lleida, al llegar la hora del recreo mis compañeros salían corriendo a organizar un partido contra la otra clase. Una clase contra otra eran dos equipos de unos sesenta jugadores, ciento veinte entusiastas jugadores en el campo y una sola pelota a la que después de tres o cuatro carreras yo no había conseguido ver, así que le dije al compañero de clase que me había invitado a unirme al equipo:»Yo corro un par de jugadas más y me voy». Y nunca más volvió a interesarme el fútbol como deporte.
Sin embargo me interesa sobremanera el comportamiento humano, los procesos de toma de decisiones, los flujos de información, el comportamiento de los grupos. No sé si eso entra dentro del campo de la antropología, de la sociología o de alguna de las dos mezclas posibles de ambas. El caso es que observar instituciones que manejan los millones que maneja, por ejemplo, el Barça para obtener los resultados que obtiene en su hipotético campo de acción resulta enormemente atractivo para mi curiosidad. El barça es un ejemplo que me queda cerca debido a la densidad local de culés, pero el Atlético de Gil, el Betis o el Sevilla, el Numancia o el Nastic son fenómenos sociales muy interesantes.
Tiene que haber una fuerza poderosa que merece la pena estudiar que impulsa a miles de aficionados a gastar dinero, energía física y sufrir trastornos emocionales sin ningún rendimiento aparente y sin que esta energía se canalice de una forma lógica o rentable en un equipo de gran presupuesto que no obtiene resultados mientras brillan las hazañas deportivas de equipos modestos para su humillación y escarnio.
El otro día Montse, una amiga de Madrid me envió un plano y horario de transportes de Getafe. En la portada el monumento que se ha ubicado en esta ciudad a uno de los aviones modernos más emblemáticos, el McDonell Douglas Phantom II con registro del Ejército del Aire C.12-33.
Un reactor supersónico para la portada de un horario de transportes, una asociación muy propia para una ciudad que es probablemente la única del mundo que tiene un panel con aviones en su escudo heráldico y que se llama con orgullo ‘cuna de la aviación española‘
Getafe es una ciudad aeronáutica, y sin duda singular, centro geográfico de España, cuya vocación de progreso ha hecho que no se resignase a ser un barrio periférico de Madrid. Historia, personalidad, aviación, progreso…Todos deberíamos aprender algo de Getafe.
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Se nota que no te gusta el futbol y pones como ejemplo al Getafe que hace poco dejo a “algunos muchos” avergonzados por su publicidad y juego de sílabas..
Si te refieres a aprender algo de los errores…¡Quizás!
Visto.
Efectivamente, no tenía ni idea de la polémica sobre la campaña publicitaria, que he encontrado en Google siguiendo tus pistas.
Pero me imagino que la campaña tanto hace a Getafe una ciudad herética como el Cerro de los Angeles la hace santa.
Efectivamente, el artículo no habla de futbol. Ni de publicidad.