El pasado domingo estuve de visita en el Museo Aeronautico de Mas Palegry, cerca de Perpiñán. Acompañaba a los amigos de AVA ya que en su anterior excursión por el Ampurdán no nos dió tiempo a acercarnos.
Mas Palegry es la obra de Carles Noetinger, un ex-aviador de l’Armée de l’Air, formado en L’Ecole de l’Air de Salon de Provence, que se retiró en estas tierras para hacer vino pero que nunca abandonó su aerotrastorno y fue reuniendo una colección de objetos relacionados con la aviación, entre los que figuran algunos aviones de los modelos que tuvo ocasión de volar como piloto militar, material cedido gracias a los buenos oficios de antiguos compañeros de armas y una espectacular colección de todos las aeronaves de la historia aeronáutica francesa, realizadas en madera de balsa, hilo y cartulina a escala 1/200 por el mismo. Por último la exhibición de la colección ha propiciado que muchos visitantes decidieran donar objetos históricos y recuerdos de familia relacionados con la historia aeronáutica
Tras su fallecimiento, sus hijos mantuvieron la ilusión de ese pequeño rincón aeronáutico entre las viñas del Rosellón y han hecho posible que el museo sobreviva.
Durante mucho tiempo yo he tenido a Mas Palegry como ejemplo de un museo aeronáutico de carácter local que permita tener un contacto con la aeronáutica a muchas personas que viven lejos de los grandes museos y las ciudades donde hay fundaciones o instituciones que mantienen vivo el patrimonio aeronáutico.
Como un ‘Botiquin de primeros auxilios’ del aerotrastorno un museo local aeronáutico debería ofrecer una explicación sucinta pero clara de los principios de la aerodinámica y el vuelo, un repaso rápido de la historia aeronáutica y una muestra de su reflejo en la historia local y una visión del funcionamiento del transporte y la industria aéreonáutica, así como una mirada hacia el espacio y la astronáutica.
Mas Palegry tiene muchas carencias en este sentido, condicionado por su origen a partir de una coleccion particular, pero tiene a su favor el gran acierto de su tamaño. En una nave de unos trescientos o cuatrocientos metros cuadrados hay suficiente espacio para mostrar cómodamente tres o cuatro aviones, paneles de instrumentos, asientos de avión y algun elemento interactivo demostrador de las leyes físicas que interienen en el vuelo, además de maquetas, fotografías, vitrinas con pequeños objetos y paneles explicativos.
Su reducido tamaño permitiría minimizar los gastos de funcionamiento pudiendo atender a las visitas una sola persona.
Un patio exterior que permitiera exhibir alguna pieza de gran tamaño o realizar actividades esporádicas como conferencias, observaciones astronómicas o talleres de cometas y unas dependencias que sirvieran de oficinas, centro de documentación y taller de mantenimiento completarían una instalación sencilla, no muy costosa pero de una elevada eficacia en la importantísima tarea de divulgar la cultura aeronáutica.
Además de un atractivo para el turismo, un equipamiento de este tipo constituiría un recurso educativo fenomenal y un pundo de apoyo para muchas asociaciones relacionadas con el Aire y el espacio, como clubes de astrónomos, asociaciones de maquetistas, spotters, aeromodelistas…por no mencionar que su situación ideal seria en un aeródromo donde generar una sinergía aeronáutica con el resto de las actividades que se desarrollen alrededor del mismo.
Sin embargo, esta visión optimista quedó el domingo un poco malparada al observar el estado actual de Mas Palegry. La dura realidad ha puesto bastantes obstáculos en el camino de Robert-Marc Noetinger, la actual cabeza visible del museo. La necesidad de procurarse un medio de vida, el elevado precio de reparaciones, restaraciones y otras tareas de mantenimiento y la imposibilidad de tener personal atendiendo continuamente el museo han hecho caer sobre este una pátina de polvo que le da un triste aspecto de pre-abandono.
El propio crecimiento y diversificación de la colección congestiona el espacio y resta atractivo al conjunto.
La conclusión es que la cultura aeronáutica no es una planta silvestre. No crece sola. Necesita muchos cuidados y el abono con sumas de dinero que pocas veces están al alcance de un particular. Es necesario crear un grupo de voluntarios y contar con el apoyo de capitales privados para iniciar la andadura ya que confiar en las subvenciones es dejar el futuro a la aventura y los vaivenes políticos. Se debe contar con un proyecto museístico sólido y bien expresado, para evitar la acumulación de materiales irrelevantes o redundantes y debe invitar a un viaje que debe concretarse en el anuncio de nuevas etapas, mediante la participación en actividades, la visita de centros aeronáuticos más importantes o la elección de una profesión aeronáutica.