El otro día recibí un extraño -más bien inusual- mensaje de correo que decía:
Buenos días, viajando por la red he visto su nombre y me agradaria saber si se trata de mi antiguo amigo Roberto Plá Aragones, de Lleida y compañero de batallitas en la antigua OJE, si es así, me agradadia mucho contactar y si no, ruego me disculpe, un saludo.
Juan Ramón Mulero Díaz, Lleida.
Pues resultó que si. Conocí a Ramón cuando eramos unos críos. Yo tenía la cabeza llena de fantasías y él era una persona práctica y habilidosa faceta que a mi me asombraba y causaba admiración. Después coincidimos en la OJE, donde él practicaba gimnasia deportiva y yo no, porque lo del deporte no fue nunca una de las pasiones de mi vida.
Cuando nos llegó la edad de empezar a echar los tejos a las chicas teníamos un buen grupo de amigos alrededor del «Hogar» de la OJE en la Rambla de Aragón, donde escribíamos una revistilla, planeábamos guateques y se organizában de forma espontánea tertulias sobre temas trascendentales o excursiones y travesías por la montaña.
Ramón seguía siendo el elemento práctico del grupo y en la estrecha cocina sin ventana de aquel piso desmontó una moto Rieju con más años que nosotros, que había comprado por cuatro perras, la pintó y la volvió a montar para que funcionase con un ronroneo magnífico ante nuestro asombro y admiración.
En aquella época también compró un seiscientos que en el lugar de al lado del conductor no tenía suelo y daba auténtico vértigo ver el suelo a través del inmenso agujero, como si fuéramos en el coche de los Picapiedra, con los pies encima del salpicadero para evitar accidentes.
Supongo que todos tenemos un alud de recuerdos de nuestra adolescencia. Hace ya años que empezaron a dejarnos algunos de los compañeros de aquella pandilla, cruelmente sorprendidos por la parca que se los llevó como una triste confirmación de que la juventud había definitivamente desaparecido.
Ramón estudió delineación y luego arquitectura técnica, que no pudo acabar por los achuchones de la vida. Yo, a los diecisiete años dejé Lérida, la pandilla y la OJE, que empezaba a transformarse en la asociación juvenil que es hoy y desde entonces siempre me he sentido en Lérida un poco de paso, como un forastero.
Cuando llegaba de permiso durante mis estudios, aún quedé en ocasiones con algunos de los amigos más íntimos, solo para constatar que nos separaban más cosas que la distancia, o mejor dicho, los temas comunes se diluian por la distancia y las circunstancias vitales. Me relacionaba más fácilmente con aquellos que se encontraban en una situación más similar a la mía como cadetes de la Academia General Militar y poco a poco, sin intención ni remedio, los amigos de la pandilla desaparecieron de mi vida.
La vida familiar y profesional lejos de Lérida y las visitas breves no propiciaron el reencuentro, pasaron los años y aunque el recuerdo de aquellos años no se extinge, sus reflejos en la vida real eran escasos hasta que el correo de Ramón me alcanzó a través de la red.
Aprovechando los días de Navidad nos citamos en Nelson y estuvimos cuatro horas poniéndonos al corriente de nuestras vidas, cuatro horas que pasaron sin sentir y en las que quedaron muchos temas abiertos y otros pendientes.
Según el titular que pretendiéramos podríamos decir que Juan Ramón es un inventor, un emprendedor o un empresario de éxito. En realidad es la misma persona inteligente, práctica y habilidosa que siempre fue, muy mejorado por la experiencia y los años. Capaz de ver la solución a necesidades que los demás ni tan solo habían advertido desarrollló y patentó una cadena de montaje de almas de hierro para vigas, con instalaciones por toda España y clientes entre las más importantes empresas del sector.
Para los fuera de serie las crisis solo representan un cambio en la forma de salir adelante. Cuando sus clientes dejaron de tener pedidos y liquidez para seguir haciéndole encargos, buscó otro camino que resultó ser la invención de una herramienta para mover los bloques de hormigón que sirven de peana a las vallas de obras. Como todas las grandes ideas se trata de una idea sencilla que soluciona un problema de seguridad en el trabajo y aumenta la productividad, y que no se sabe bien a quien contenta más, si al operario que ve disminuir el esfuerzo y la fatiga en su trabajo o al empresario que ve aumentar sus beneficios.
Dicen que la vida coloca a cada uno en su sitio. Con Ramón creo que ha sido realmente así. El éxito es únicamente el resultado de unas cualidades que siempre tuvo, de un esfuerzo y un tesón que ha prodigado siempre con alegría. Nos hemos comprometido a seguir intercambiando fotos y de ideas y a convocar a la pandilla a una reunión que no será nostálgica sino de reafirmación en aquellas ilusiones que teníamos de cambiar el mundo. Seguiremos informando.
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