Hay personas que actúan como urracas, acumulando objetos a los que nunca dan utilidad. Las urracas humanas tienen varias subespecies y yo solo voy a hablar de las urracas de costumbres fértiles, es decir a aquellas que dan a la acumulación de cosas un sentido útil, incluso de servicio y obtienen de ello un enriquecimiento espiritual o una fuente de sabiduría.
Los coleccionistas son urracas de este tipo cuando su colección es una excusa para la acumulación paralela de conocimiento sobre el objeto de la misma, cuando en el ánimo del coleccionista prima la belleza sobre el valor económico y cuando la colección es un medio que impulsa a compartir su belleza y el conocimiento asociado en lugar de provocar el retraimiento, la codicia o el autismo sustituyendo a la relación social.
Yo siempre he evitado ser un coleccionista clásico. Creo que es una elemental medida de prudencia obligatoria para los que vivimos de un sueldo y que en este caso es también una medida de profilaxis que ayuda a mantener una relación familiar sana y libre de muchas discusiones.
Sin embargo admiro a aquellos que han tenido la constancia y la voluntad de reunir una colección, documentarla y exponerla. Su esfuerzo y su trabajo nos enriquece a todos y preserva una parte de nuestra cultura. Muchos de ellos han salvado piezas que han llegado a ser antiguas porque sobrevivieron a un tiempo en que solo eran «viejas».
Hay sin embargo un tipo de coleccionismo interesante, asociado con los ordenadores e internet. Se trata del coleccionismo virtual. En los spotters, por ejemplo, la posesión de una dispositiva única ha cambiado por la exhibición de una imagen miles de veces visitada. En otros campos la posesión de objetos de átomos se sustituiría por la acumulación de bits, bien sea imágenes u otro tipo de información recogida en la red o en otras fuentes, digitalizada y organizada para su consulta desde el ordenador.
Nota: Editado el 26/03/2024 para corregir caracteres codificados erróneamente en el proceso de copias de seguridad y restauración.