El pasado sábado estuve paseando por los escenarios de la guerra aérea durante la guerra civil española en el Ampurdán. Se trataba de charlar de un interesante proyecto con Lluis Astier mientras visitabamos los campos de Figueres Nord y Vilajuïga.
Al llegar a la lápida o ‘stele’ que recuerda la muerte de Friedrich Windemuth, me llevé un disgusto al comprobar que algún vándalo la había manchado y causado desperfectos con un martillo o algo así.
No encuentro palabras para expresar el desprecio que la gamberrrada me produce. Me parece imposible que pueda compartir el sol con gentuza sin cultura, sin respeto, sin asomo de moral ni inteligencia.
Por el símbolo representado en el acto vandálico no cabe la menor duda de a que rebaño creen seguir los borregos. Por mucho que pueda discrepar de las ideas de alguien, me cuesta creer que pueda alentar semejantes comportamientos y creo que cualquier partido debería desautorizar y desmarcarse de esta gentuza cobarde y vil que usan la violencia contra objetos inanimados con un ímpetu que son impotentes de mostrar positivamente en la vida real para crear riqueza, generar bienestar o procurar el bien común.
No sé como voy a contárselo a José Falcó. As de la caza republicana, este anciano es de una vitalidad inagotable y una nobleza propia de los caballeros del aire y ha sido el principal cuidador de la lápida del piloto al que derribó el día 06/02/2011, en el último combate aéreo sobre el cielo de Cataluña. Aunque últimamente ha tenido que espaciar sus visitas, siempre que viene por aquí limpia las inmediaciones de la lápida y coloca unas flores en un acto de homenaje y respeto al enemigo de ayer y de interna meditación sobre los graves sacrificios que nos impone el deber.
Los vándalos desconocen la nobleza de los auténticos caballeros que con lealtad y valor defendieron la legalidad y la libertad en los cielos de España. Los vándalos solo practican la violencia, enemiga de la libertad, la legalidad y la democracia como auténticos neofascistas, lacra de la sociedad, basura inmerecida por un pueblo que presume de su sentido común, laboriosidad y respeto.
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Los que se dedican a atentar de este modo tan infame y cobarde contra estos símbolos de nuestra Historia no merecen formar parte de una sociedad civilizada. No cabe duda de que los Hombres de Atapuerca tenían un nivel cultural superior al de esta gentuza, que sólo tiene las suficientes neuronas en su cerebro para llevarse la cuchara a la boca. En fin…
Es triste y penoso.