Hoy he recogido el coche del taller. Llevaba algún tiempo haciendo el tonto y tenía que salir de viaje. Estaba especialmente mosqueado con la electrónica. Al frenar saltaban alarmas diciendo que no funcionaba el control automático de estabilidad de la dirección, que no funcionaba el programador de velocidad o que la rueda derecha de delante tenia menos presión de la requerida.
A esto se sumaba el hecho de que desde febrero, el mando a distancia de la llave no funcionaba. Muchas coincidencias, demasiadas casualidades. Si algo he aprendido de mi experiencia en mantenimiento es que las casualidades no existen. Si dos temas parecen estar relacionados, están relacionados, si dos síntomas se presentan al mismo tiempo, están relacionados, si un subsistema tiene dos fallos diferentes pero simultáneos, los fallos están relacionados.
Al llegar al taller le explico al encargado de recepción de vehículos los síntomas que presenta el coche y le pregunto por la llave. Según me dijeron hace unos meses no se podía reprogramar porque estaba ‘estropeada’ y había que comprar una nueva por la módica cantidad de 80 euros. (En el blog puse que ese era el precio de reprogramarla, pero en realidad era de una llave nueva). Le pregunto quecomo puede estropearse una llave, quees el primer caso que veo. Me dice que la electrónica es así que los transistores son diminutos y …como veo que me va a contar la historia de la colza (aquello de que era por culpa de un bichito muy pequeñito que si se caia de la mesa se mataba…) asi que le corto y le digo que no me venga con milongas que una tostadora se puede estropear si secae de la mesa pero que una llave de coche si por caerse al suelo se estropea es que es mala y que en tal caso la próxima que tenga no será de esta marca.
Sorprendentemente al usar el comprobador resultó que la llave emitía y tras llevar el código de seguridad le pudieron regrabar el código. ¿Como es posible que hace unos meses no pudieran hacerlo?.
El problema de las indicaciones erroneas resultó ser un sensor que lleva el sistema bajo el pedal del freno. Entre unas cosas y otras y la revisión de los 60.000 kilómetros, 349 euros. Una pequeña fortuna, pero encima de que nos sacuden hay que dar las gracias.
Lo dice siempre mi padre respecto a los ordenadores: «Los que venden no saben lo que venden porque los que compran no saben lo que compran». Y tiene razón, pero es evidente que no se puede saber de todo, así que en muchas cosas nos engañan como a bobos y nos tenemos que callar. Cuando sabes de algo, se te llevan los demonios al comprobar que el supuesto profesional te cuenta una milonga y resuelve el problema de la forma más fácil para él aunque sea la más cara para tí.