Amsterdam

Nuestro último «fin de semana Ryanair» fue un viaje a Holanda a mediados de Octubre. Este años las vacaciones las hemos ido tomando en pequeñas dosis, de las que aun queda una reserva importante. Parece que así cunden más y que siempre estás viajando. Eso dice mi jefe, que aplica estrictamente aquello de «no importa cuanto tiempo te vas, sino cuantas veces pides permiso».
Volamos a Eindhoven y alli vimos un aeropuerto pequeño, pero en el que no hay obstaculos para espotear. Parece mentira que los condicionantes de seguridad sean tan diferentes en un pais y en otro, en españa hasta los empleados de handling te saltan encima para impedirte echar una «peligrosa» foto del avión del que acabas de desembarcar y en Holanda el parquing de coches está separado del de aviones por una valla con todo tipo de facilidades para el fotógrafo aficionado.
En autobús una hora y cuarto hasta Amsterdam y alli nos encontramos con los Campanero que habian llegado el dia anterior via Bruselas, en parte por que no querían madrugar para coger el avión y también porque nosotros ya conocíamos Bruselas, que fue uno de nuestras primeras escapadas cuando Ryanair se estableció en Girona.
Al llegar a Amsterdam lo que más llama la atención son los canales y las casas. Los canales forman parte de la ciudad igual que las calles y la arquitectura es bastante uniforme en el estilo, pero a su vez cada casa tiene su personalidad característica.
Nuestro hotel, el Rho, está justo al lado de la plaza Dam, el centro de la ciudad, donde se hizo el primer dique -Dam significa precisamente ‘dique’- y delante del palacio real.
Dimos muchas vueltas por Amsterdam. Nos agenciamos la tarjeta de turista un carnet que por un precio razonable te permite visitar un buen número de museos (yo diría que más de los que el cuerpo te aguanta y los horarios te permiten) y circular en todo el transporte público (Tranvias, autobuses y algun transbordador) de Amsterdam.
Los canales y las casas, asi como los barcos vivienda creo que son lo que más me llamó la atención, y después los museos y el tiempo tan variable. En nuestro carnet de turista teníamos incluidos un par de cruceros por los canales de los cuales hicimos uno muy agradable en el que hice muchas fotos, que luego me resulta imposible geoposcionar debido a la desorientación que te produce el viaje a nivel del agua y el no conocer la ciudad.
Sobre el barrio rojo tengo poco que comentar. El hotel no queda muy lejos y según que calle tomabas para ir o venir, atravesabas las calles con escaparates donde se exhiben las mujeres. No me resultó muy atractivo. No tengo una opinión sobre la prostitución, tengo una opinión clara sobre la explotación de las personas y en España ambas cosas son prácticamente inseparables, pero no sé en que régimen trabajan las prostitutas en holanda, pero más allá de consideraciones morales y sociales, el reclamo de personas en un escaparate no me pareció atractivo. Y creo que para una ciudad es triste ser conocida por su comercio sexual, cuando tiene muchos otros atractivos.
Lo que si me llamó la atención fueron las tiendas de corsetería y ropa interior femenina. Quizás por la influencia del Barrio rojo y el efecto que ello causa en los turistas, estas tiendas exhiben normalmente lo más sexy de su género en el escaparate. Holanda es un pais más caro que España y no se me ocurrió animar a Mercedes a hacer compras, pero el género lo merecía.

Otra cosa que nos llamó la atención fue la imposibilidad de encontrar restaurantes de cocina holandesa. ¿Hay una cocina holandesa?. Lo inevitable eran los asadores argentinos. Nunca había visto tal concentración de restaurantes argentinos. El día que dedicamos intensamente a los museos acabamos haciendo una ‘comida cena’ a las seis de la tarde en «Gauchos» un Grill-Restaurant argentino próximo al hotel. Fuimos excelentemente atendidos por una camarera que hablaba un español perfecto y que sería cuando menos oriunda, y dimos buena cuenta de una carne excelente a un precio no barato pero si razonable.
Salimos de Amsterdam en coche y camino de Eindhoven paramos en Utrech que normalmente nos suena porque allí se firmó el tratado en el cual Inglaterra conservó Menorca y Gibraltar, ocupadas durante la guerra de Sucesión Española y que a Felipe V no le importó cambiar por su corona. Utrech es una ciudad con un centro histórico que a mi me gustó mucho y una catedral curiosa, ya que construida entre 1254 y 1320, y en 1420 se desestimó la construcción de unos arbotantes. En 1674 su parte central fué derruida por un tornado y su torre está hoy en dia separada de la iglesia, siendo lo que fué parte de su nave central, una plaza pública. Junto a la catedral se encuentra la sede del Instituto Cervantes.
Cuando llegamos a Eindhoven los Campanero tomaron el avión de vuelta y nosotros nos quedamos hasta el dia siguiente. Eindhoven resulto ser simplemente un centro comercial moderno y horroroso, asi que decidimos salir a aprovechar el coche y el GPS por los alrededores. Tuvimos suerte y pudimos encontrar algunos molinos y parajes pintorescos donde echar algunas fotos.
Cenamos en el hotel y al dia siguiente volamos para España no sin sufrir lo que yo definiría con la situacion que me ha colocado más cerca de un infarto en muchos años.
Por un cálculo erroneo de tiempo resulta que nos levantamos con poco margen. A la salida del hotel tuvimos una discusión con la recepcionista por unos impuestos que según nuestra reserva estaban pagados. Fueron siete euros que no pagamos y unos minutos de retraso. Las avenidas de Eindhoven que llevaban al aeropuerto estaban atacadas de coches y el viaje no fué lo rápido que esperábamos. A la llegada al aeropuerto, no sabía donde estaba el aparcamiento de Hertz y me coloqué obstruyendo la entrada del de autobuses mientras iba a preguntar. Tras dejar el coche y echar una carrera hasta la terminal, pasé el control casi sin resuello y llegamos a la cola solo un minuto antes de lo que se supone era la hora tope de embarque, para darme cuenta de que había perdido el DNI. Intenté pasar con el carnet de conducir, aunque sabia perfectamente que las condiciones del billete decían que no es válido. La empleada de Ryanair me lo hizo notar y mercedes pasó la puerta mientras yo me quedaba para ir a preguntar a la policia y luego a la supervisora. Finalmente me dejaron embarcar tras muchas explicaciones de que había perdido el carnet y me acababa de dar cuenta.
Tiene gracia, porque yo no soy supersticioso, pero casualmente era el martes trece. Cuando llegamos a España dediqué el resto del dia a estabilizar mis funciones y descansar de un fin de semana muy intenso.

Esta entrada fue publicada en Viajes. Guarda el enlace permanente.