He dicho muchas veces que uno de mis principios básicos de actuación es evitar los brindis al sol. Esta expresión se interpreta usualmente como hacer algo sin objeto o a sabiendas de que no dará ningún resultado, pero su origen taurino la califica como algo que se hace buscando el aplauso fácil de los que menos entienden.
En eso es equiparable a la demagogia que no deja de ser un engaño en el que mediante halagos o falsas promesas se trata de seducir al pueblo para convertirlo en instrumento de la propia ambición política. Aunque es una actividad que por propia definición solo puede ser llevada a cabo por políticos, hay muchos que hacen uso de ella en su vida privada y sus negocios. Los estafadores son gente amable, «encantadora» se diría, porque con ese encanto tejen la ficción donde encajar su engaño como una pieza necesaria.
Los gestos inútiles, no son tan propios de los estúpidos. Los brindis al sol me parecen algo mas característico de los disimulan algo esperando obtener beneficio de la ignorancia ajena.
A diario podemos encontrar ejemplos de esto en la prensa. Grandilocuentes declaraciones sobre asuntos que no tienen ni pueden tener efecto alguno sobre la realidad diaria.
Apelando a los sentimientos de la gente se pide la condena para hechos del pasado. Unas veces juzgando la historia de forma parcial, o aislando los hechos del contexto en el que se produjeron, o juzgando hechos históricos a la luz de la moral actual, muy diferente de la época en que se produjeron. Pocas veces esta condena tiene más objeto que hacer que quienes secundan la toma de posición se sientan mejor y consideren a los promotores como paladines de la justicia. Otras veces se trata simplemente de crear una cortina de humo sobre hechos presentes, que si requieren una toma de posición, una acción o una condena que sí tendría efectos prácticos sobre nuestra realidad, aunque casualmente negativa para los supuestos paladines del humo.
Otro brindis al sol muy popular es animar a la condena de cuestiones que nuestra moral y nuestra legislación ya consideran execrable. Lo vemos cuando nos llaman a manifestarnos condenando crímenes, como si los criminales fueran a desaparecer por decisión popular.
Cuando la legislación condena ese crimen ya lo hace por decisión del pueblo expresada a través del parlamento. ¿Que mayor condena?. ¿Que mejor medida de rechazo que hacer que se cumpla la ley?.
El crimen, la violencia, en general los aspectos más oscuros del alma humana son cuestiones individuales y no se erradicarán con manifestaciones ni minutos de silencio. Pero es más fácil convocar a una ciudadanía indignada que tomar medidas efectivas en el ámbito social o de la educación, es más fácil pedir a la gente que grite que pedirle que piense, es más fácil hacerles creer que una manifestación sirve para algo que hacer algo realmente útil.
Los linchamientos son un recurso muy estimado por los demagogos. Actualmente ya casi nunca se traducen en progroms, quemas de brujas o ajusticiamiento de supuestos culpables, pero se convierte al chivo expiatorio de turno en blanco de una campaña mediática, expropiándole muchas veces de sus derechos, como el de la propia imagen, la intimidad o la presunción de inocencia, cuando no simplemente convirtiéndolo en blanco de insultos, libelos o como gusta decirse ahora, falsas noticias, postverdad… diferentes nombres de la mentira de toda la vida.
Esto se hace no solo en relación a hechos actuales, sino proponiendo enmendar actuaciones pasadas. Asi se propone que a tal o cual personaje s le retiren titulos o distinciones, la mayor parte de las veces sin más efecto práctico que marear la perdiz. Recientemente s proponía, por parte de un Consistorio municipal retirar un titulo honorífico concedido a un militar retirado, en fecha no muy lejana (1912) por haber manifestado su opinión diciendo que «dejasen en paz a Franco». En primer lugar, cabe pensar que en el caso de que este señor sea franquista, puede que no sea algo raro, al fin al cabo, un militar que hizo su carrera o la mayoría en época de franco, seria más fácil pensar que sea «franquista» que «rojo». Lo fuera o no lo fuera, debía serlo, igual que ahora hace seis años, cuando le nombraron hijo adoptivo. Entonces, ¿que ha cambiado?. Parece simplemente que ha expresado su opinión, quizás antes era más discreto. Pero entonces, para ser hijo predilecto de ese pueblo hay que renunciar a la libertad de expresión?¿En el pueblo no hay franquistas, todos tienen opiniones políticamente correctas?.
Quizás lo que ha cambiado es el gobierno municipal. Quizás cada gobierno debería revisar las decisiones del gobierno anterior, nombrar sus propios hijos predilectos y contratistas favoritos además de, como ya suele hacerse, los cargos de confianza y asesores.
Los honores se conceden en un momento determinado con la información de la que se dispone, por los méritos del honrado o por el interés de los otorgantes, en este caso normalmente en buscar en reciprocidad algún beneficio.
Por muy indigno que sea un comportamiento posterior, eso ni quita ni pone ninguno de los méritos que tenía cuando se le honró. Si ya en aquel momento eran pocos, a los que habría que reprobar es a quienes le homenajearon, por su escaso criterio o sus intereses torticeros. La «desposesión» de algo honorífico no tiene otro efecto que la teatralización de una reprobación, pero sobre todo el intento de desligarse de la decisión adoptada en su momento.
A toro pasado, es fácil hacer apuestas. Lo difícil es tomar en el presente decisiones acertadas que lleven a beneficios futuros. Quien remueve el pasado en vez de trabajar por un futuro mejor, especialmente si ocupa un cargo público, me parece un farsante.
Otra costumbre moderna es la de anular juicios, condenas y en general solucionar afrentas con efectos retroactivos. Salvo que eso suponga reponer al condenado en su derecho, devolverle la libertad, indemnizarle por la injusticia cometida o algún otro efecto práctico, ¿que objeto tiene?. ¿Hasta cuando vamos a revisar la historia de la administración de justicia para enmendar fallos de tribunales?.
Mi abuelo figura como condenado por ‘rebelión militar’ en un consejo de guerra tras la guerra civil. Paso por ello años en prisiones, campos de concentración y desterrado lejos de su familia. Murió muy poco después de obtener la libertad. ¿En que beneficiaria a mi abuelo la anulación de aquel procedimiento?. En nada. Y a nosotros sus descendientes?. Tampoco. Yo sé como era mi abuelo, creo saber por qué tomó las decisiones que tomó y por suerte contamos con muchísimos testimonios que le acreditan como el hombre de bien que realmente fue. Quienes le condenaron en aplicación de una legislación injusta, con mayor o menor rigor, y de forma poco ajustada a derecho y menos a la justicia, nunca han contado con el odio de mi familia. Si eran o no mala gente, es asunto suyo. En aquella época bastaba saber que debía mantenerse uno alejado de semejantes individuos y en la actual sus hijos o nietos, si son honrados o criminales lo son por decisión propia, no por transmisión genética de las decisiones de sus antepasados, los nietos de negreros o explotadores, puede que sean convencidos defensores de los derechos humanos o usureros, ladrones o corruptos, pero no lo son por genética, sino por su propio criterio moral.
En definitiva, cando quiere enmendar el pasado con gestos «simbólicos», desagravios púbicos y otros gestos sin efectos prácticos, podemos deducir que tras ese «brindis al sol» se esconde la intención torticera de desviar la atención de lo importante, la incapacidad de resolver los problemas de verdad o el insano deseo de disfrazar de interés público la propia ambición.
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