El día del libro

Un año más. llega el día del libro que este año casi se une a las Fiestas de Figueres ya que, aunque son para las Cruces de Mayo, el Ayuntamiento ha decidido hacer casi todos los actos antes de ese día de forma que por ejemplo, el pregón de las fiestas es el viernes 24.

Ya he comentado en este blog la especial significación que adquiere en Catalunya la «diada de Sant Jordi», con sus libros, sus rosas y el orgullo de haber aportado una jornada tan bella al legado de la cultura universal.

Lo malo es que parece ser que si les dejas suficiente tiempo, los hechos se empeñan contradecir a los sueños. Ayer mientras paseaba por la feria del libro en Figueres pensaba en que se trataba de un desafortunado montaje y que prefería pasar cualquier otro día por una librería con toda tranquilidad que meterme en aquel barullo de gente.

La carpa que con buena intención ha montado el Ayuntamiento y que servirá este año como «envelat» -es decir, el «local» para los bailes de la feria- no hacía sino aumentar la sensación de bochorno. En este caso el tiempo se ha apresurado a llevar la contraria a los pronósticos ya que estos son tiempos de lluvia más que de calor pero el bochorno debajo del techo de lona plastificada era enorme. Como consuelo, seguro que nos protegía del bombardeo de estorninos (aunque no los hay en estas fechas) y palomas (siempre presentes y dispuestas al combate).

Otro factor disuasorio es la abundante presencia de puestos de partidos políticos, con su literatura de adoctrinamiento a precios de oferta. No tengo nada en contra de que cada uno piense lo que le de la gana y participe en política a través de los cauces legales, pero ¿es Sant Jordi la jornada adecuada para la captación de nuevos militantes?.

Yo creo que no. Yo creo que la auténtica cultura, como la ciencia, es un mensaje universal que trasciende las ideologías y las opiniones. La cultura que nos impulsa a leer y a conocer solo puede afrontarse con la mente abierta y el ánimo dispuesto a comprender y hoy en dia, desgraciadamente, no encuentro en los partidos políticos ese mensaje sino más bien el de la negación del adversario sin tan siquiera controversia ni debate, el engreimiento del que se siente poseído por una verdad mesiánica y en la obligación no solo de propagarla sino de perseguir la herejía. Un panorama de auto censura que impide la aproximación de posturas y llegar a acuerdos y que en definitiva es contrario no solo al concepto de cultura y conocimiento sino también al bien común por lo que siendo este el fin último de la política, esta resulta pervertida y desvirtuada. No me queda más remedio que citar otra vez a Ortega y Gasset: «no es eso, no es eso«.

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