En 1982, mientras compraba el diario en un pequeño kiosco de La Coruña, me sorprendió ver la revista “Archives d’Architecture Moderne” que había estado buscando sin éxito por todo Madrid y se lo comenté al kiosquero que con un deje gallego inconfundible me dijo: “Es que en Madrid, ¿Sabe usted?, hay muchos negocios que venden papel”.
Y tenia razón aquel hombre, en Madrid y en muchos sitios hay negocios que solo venden papel. Sus propietarios o trabajadores lo ignoran todo acerca de los libros, la literatura o los autores. Venden libros como podrían vender calcetines o electrodomésticos.
A mi, como lector, el tema me interesa y como observador de los cambios que la tecnología digital introduce en nuestra sociedad, también.
Al hablar de los derechos de autor todo el mundo parece acordarse de la música y el cine. El universo entero, excepto los gestores de derechos de autor y las discográficas entienden perfectamente que el modelo de negocio ha cambiado y que hay que buscar nuevas fórmulas de remuneración de la tarea creativa porque el negocio de cobrar por las copias cada vez será más inviable. Se apuntan como soluciones a los conciertos, al valor añadido de las copias como editar CD,s y DVD,s con libros sobre los autores y su obra, abonos a servicios de reproducción o tiendas de canciones…Unos y otros sistemas ya se han probado y el mercado se está ajustando. Los industriales tienen que entender que no pueden ahorrarse los costes y seguir cobrando el mismo precio, el mercado todavía tiene que estabilizarse en unos márgenes que sean aceptado s por clientes y vendedores.
Pero ¿Y los autores de libros?. Miguel Ángel lo apuntaba la semana pasada en una animada charla delante de unas tapas: ¿De que van a vivir los autores de libros si se hunde la venta de libros como consecuencia de la copia de los libros electrónicos?. La pregunta quedó en el aire para volver a resurgir de nuevo esta semana entre los calamares y la empanada gallega.
Aunque no hubo conclusiones, yo apuntaba el hecho de que como otros sectores, el negocio editorial no está hecho a la medida de los autores, que son la parte productora. El capital se lleva, aquí también, la tajada del león.
Recordaba una conversación con un autor amigo mío hace unos meses. Su primer libro fue un éxito. Sin embargo no quedó contento de la gestión que había hecho de él la editorial. De hecho estaba bastante molesto. Le pidió a su agente literario que buscase otra editorial que quisiera publicar su segundo libro. Dada la acogida del primero cabía esperar que no sería difícil. Sin embargo, tras uns serie de confusos pasos el agente se comprometió de nuevo con la editorial del primer libro. Mi amigo sospecha que lo que primaron fueron los intereses del agente, que la editorial estaba interesada en repetir el éxito y el agente no quería quedar mal con ellos para no cerrarse esa puerta a otros tratos ajenos por completo a los intereses del autor.
En definitiva el libro hay que escribirlo y hay que venderlo, pero el autor solo lo escribe, el negocio editorial es quien hace el negocio. Hasta que se es un súper-ventas no se tiene capacidad de negociación.
¿Y la autoedición? Pregunté yo inocentemente. Mi amigo el autor de incipiente éxito me miró con paciencia y me explicó que en el mundo de los autores la autoedición es el recurso de los desesperados que no consiguen convencer a un editor para que arriesgue su dinero. En el mercado lo que te califica como autor no es la calidad del libro sino la tasación que de él hacen los mercaderes de papel. Eso mueve campañas publicitarias, promoción, ediciones de tapa dura, entrevistas y sesiones de firma de ejemplares.
Como todo en esta vida tiene una cierta inercia, no creo que el sistema vaya a cambiar de la noche a la mañana. Aunque existen las herramientas para una autoedición de calidad, la calidad del libro no la puede garantizar el propio autor y de alguna manera tiene que existir un grupo que avale ante el consumidor la calidad de lo que va a comprar o el gasto que va a realizar, aunque solo sea de su tiempo.
Yo creo que es posible que en un futuro próximo el negocio editorial vea la multiplicación de pequeñas editoriales, quizás agentes editores, probablemente muy especializados que usando las herramientas digitales puedan realizar ediciones en papel mucho más cortas y económicas, al tiempo que ediciones electrónicas comercializables por los canales de la red y que soportando unos costes estructurales mucho menores puedan trabajar con márgenes menores que las grandes editoriales.
El sistema ha de cambiar mucho, es posible que en algún momento llegue al borde del colapso, pero la dinámica de la historia nos enseña que los mercados no desaparecen: se transforman. Los autores pasarán a editar sus libros, solos o ayudados por los agentes editoriales, quizás renazca el mecenazgo o igual que hemos visto aparecer la prensa gratuita financiada por los anunciantes, las grandes empresas buscarán patrocinar autores con fines publicitarios y sin duda alguna el triunfo económico de un autor vendrá de la mano de las adaptaciones al cine o al formato de telenovela, un producto que hace años que se ofrece de forma gratuita por las cadenas de emisión libre sin que eso parezca haber afectado al negocio de las cadenas de pago.
Nota 07/06/2010. Aún no lleva un día en la red y tengo que editar este artículo para llamar la atención sobre la carta abierta de Jordi Adell a los editores de libros de texto, tan clara, tan completa y tan inteligente como corresponde a su autor, que fue en su dia el pionero de la web en España y actualmente se dedica al estudio de la aplicación de las nuevas tecnologías en la educación. Recomendable sin desperdicio: Carta a los editores de libros de texto
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