Ayer tuvo lugar el campeonato de bolos de la Patrona de Aviación para miembros del Escuadrón de Vigilancia Aérea Número 4 y sus familiares. Aparte de que fue una tarde agradable y divertida, en principio puede parecer que no es un evento con una trascendencia tal como para merecer más comentario que estas pocas palabras.
Sin embargo, celebrar el campeonato fuera del Escuadrón no es habitual, ya que este cuenta con una antigua bolera donde se habían celebrado todos los campeonatos anteriores. Puede considerarse trivial o un hito en un proceso de transformación que lleva mucho tiempo en marcha y que me incumbe de diferentes formas. La transformación no solo se refiere a la del EVA número 4, sus famosas «bolas», el paisaje Ampurdanés y sus equipos de radar. Esto ha tenido un eco frecuente en la prensa, cuyo último exponente es la entrevista que me hicieron para el periódico comarcal «Hora Nova» .
Esta tarde en la bolera me sirvió para pensar en como se ha transformado el Ejercito del Aire, las relaciones entre sus miembros y también su imagen y su peso en la sociedad. Si damos un breve repaso a estos aspectos en el sentido inverso al que los he enumerado, veremos que del papel de «Autoridad Militar» presente en cuantos actos oficiales se desarrollaban, el Escuadrón, representado por su jefe ha pasado a ser invitado como «responsable de un servicio estatal» en la comarca.
Yo no atribuiría a este cambio un aspecto negativo, en primer lugar porque el afecto y la deferencia que se nos muestra en estos actos por parte de las autoridades y «fuerzas vivas» no deja lugar a dudas sobre la consideración y estima que nos tienen más allá del protocolo.
Por otra parte creo que representa una mejor aproximación al papel que las fuerzas armadas desempeñan en nuestra sociedad, donde por suerte hace mucho tiempo que han dejado de tutelar o tener un papel en la vida política, salvo los espantajos que a algunos les gusta de vez en cuando agitar. Hoy en las fuerzas armadas nos dedicamos a hacer nuestro trabajo de una forma profesional, es decir “lo mejor posible por la sencilla razón de que nos pagan para que así sea”.
Soy consciente de que esto puede ser piedra de escándalo para algunos, pero solo para aquellos que no reflexionen de forma lógica y con los pies en el suelo. ¿Dónde queda el patriotismo? Dirán algunos. Es bien sencillo: en el mismo rincón de la mente, el corazón o el armario que para el resto de los ciudadanos. El patriotismo no obliga a los militares de forma diferente que al resto de los ciudadanos, los militares no son propietarios exclusivos de un sentimiento que honra y acompaña a cualquier persona: el amor a la tierra de sus padres.
Evaluar la propia imagen siempre es harto difícil, pues la imagen es algo que aprecian los demás y el reflejo que nos ofrecen de la imagen que perciben de nosotros puede estar distorsionado por múltiples factores. Creo que a nivel local siempre hemos disfrutado de un cierto prestigio y del aprecio de nuestros conciudadanos que destacan de nosotros la competencia técnica y ese sentido práctico y ese gusto por la eficacia que por otra parte siempre hemos querido cultivar.
Mucha gente me ha dicho que doy demasiados datos sobre mi profesión y mi persona en internet, sugiriendo que eso puede ser «peligroso», pero yo no lo veo así porque «quien te busca te encuentra» y en la pequeña ciudad donde vivo todo el mundo me conoce y sabe a que me dedico, me vea o no de uniforme. Nunca me he sentido marginado o despreciado en lo más mínimo por vestir el uniforme, siempre he recibido un trato amable y aun diría que afectuoso por un pueblo que tiene muchos lazos con la institución y que siempre he sentido como el mío. ¿Como podría sentirme extraño o inseguro en mi casa?. Eso no implica que desconozca los riesgos de cada momento y no adopte las medidas de seguridad razonables y que por pura lógica no detallaré.
Sobre las relaciones personales en el ámbito militar se podría escribir un tratado, que de hecho espero que alguien afronte algún día. En la bolera pensaba que diferente es la convivencia entre empleos al ver hablar y bromear a todos como cualquier otro grupo de amigos. En la unidad yo siempre he seguido la norma tácita de tratar de tú a mis subordinados demostrándoles así mi aprecio personal y dejar que ellos me traten de «usted» mostrándome así su respeto. Estos pequeños matices y la elevada profesionalidad de todos los componentes del Escuadrón ha bastado siempre para que el compañerismo indispensable entre quienes realizan juntos un duro trabajo no se viera privado de la disciplina -entendida siempre como un medio y no como un fin- que permite funcionar a la organización aún en los momentos críticos para los cuales debe estar preparada.
Después de dos partidas y una copiosa y entretenida cena no pudimos aceptar la generosidad de la casa que nos invitaba a jugar otra partida y nos fuimos cada mochuelo a su olivo, contentos y divertidos después de haber disfrutado una velada estupenda.
Nota: Editado el 26/03/2024 para corregir caracteres codificados erróneamente en el proceso de copias de seguridad y restauración.