Después de la experiencia del viaje a L’Alghero en relación a los kilómetros y la lluvia, se nos quitaron las ganas de volver a ir a la otra punta de la isla. Quizás si el día hubiera tenido mejores perspectivas meteorológicas nos lo habríamos planteado, pero después de ver el pronóstico del tiempo, decidimos hacer una excursión por el suroeste de la isla.
Como el día anterior, el color del paisaje era verde. Cerdeña resulta sorprendentemente verde, al menos en esta época del año.
Nuestras expectativas fueron en exceso optimistas. En principio habíamos pensado en llegar a Sanluri y luego seguir por el oeste hasta la costa, bajar viendo pueblos y parajes de interés, comer en Iglesias y por la tarde visitar el sur de esa zona.
Lo cierto es que aunque el museo que pensábamos ver en Sanluri estaba cerrado (inexplicablemente, abrían después de semana santa), encontramos muchos paisajes interesante y poca lluvia por la mañana. Recorrimos por carreteras que casi no merecían tal nombre paisajes muy hermosos, la región de las viejas minas de Montevecchio que conservaban restos de las explotaciones y llegamos al zenit del día en la playa de Piscinas donde se encuentran las dunas consideradas las segundas mas altas de Europa.
Playa de Piscinas Ver mapa más grande
Ya era la hora de comer y evidentemente no íbamos a completar nuestro ambicioso periplo. Comimos en Buggerru, un curioso puerto deportivo en una cala encajonada en una zona -como no- antiguamente minera. La pitanza no merece comentario y solo haré una breve referencia a que desde entonces Miguel Angel muestra una extraña aversión a los calamares fritos aunque en justicia más atribuible a su abundancia que a otro defecto que pudieran tener.
En estas Mercedes sugirió ir a ver Carbonia, que no es un país vecino de Sylvania en los tebeos (comics) de Tintín, sino una ciudad que fundó Mussolini se supone que apra os obreros del carbón. La guía decía que era un ejemplo de arquitectura fascista y Mercedes pensó en algo grandioso y magnífico, pero resulto ser cutre y pretencioso y escasamente conservado. Salimos de allí sacudiéndonos las zapatillas para ir hacia la Isla de Sant’Antioco a donde curiosamente se llega atravesando un puente. Debido a la hora pensamos que sería un sitio estupendo para ver atardecer y pasando por Calasetta, buscamos la costa occidental.
Llegamos a un hotel perdido del mundo, donde sin embargo no tenían una terraza para tomarnos unas cervezas viendo ponerse el sol, así que seguimos en dirección a los acantilados para encontrar una antigua posición de artillería de la segunda guerra mundial, que constituyó un excelente observatorio.
Acabamos el día viajando hasta Cagliari por el camino más corto y cenando en u lugar que me llamó la atención el primer día por que había bastante gente. Se trata de la Pizzeria-Bistechecheria Il Porcile donde cuentan con un buen repertorio de pizzas y carne y una cerveza holandesa la McFarland, fabricada por Heineken en Holanda con un color oscuro (cerveza roja) y un suave fondo de caramelo y malta ligeramente tostada que es justo lo que me gusta en las cervezas.