Nuestro último día en Cerdeña decidimos visitar Iglesias. La lluvia nos acompañó como los otros días y solo impidió volver si haber fotografiado a una mala pecora, ni tampoco una buena, ni un rebaño de ellas.
Sin ambargo el paisaje siguió siendo verde y en Iglesias tuvimos ocasión de ver más ejemplos de la arquitectura mediterránea que nos es tan familiar. A la vuelta a Cagliari pudimos sustraernos momentáneamente de la lluvia, encontrar un restaurante donde comer con fútbol por televisión de fondo y dedicamos el resto del día a las «últimas compras» eso si acompañados de la pertinaz y familiar lluvia mediterránea de abril.
Entre las compras hubo cosas tan variadas como unas flores de calabacin que a Mercedes le parecieron tan tiernas que no se pudo resistir porque dijo que en Figueres no las encontramos de ese tamaño. Mariona se compró una jarra de vidrio para su colección y yo un libro sobre las operaciones aéreas aliadas con base en la isla durante la Segunda Guerra Mundial que comentaré en su momento (cuando lo haya leído).
Y después de pasar hasta por un supermercado, nos fuimos al Aeropuerto, pero esa ya es otra historia.