Hace tiempo oí a un político celebrar los treinta años de ayuntamientos democráticos y en la misma frase decir que había que trabajar por la consolidación de la democracia y elegir el modelo de administración que deseamos.
Entonces pensé que así nos lucía el pelo. Treinta años mareando la perdiz y resulta que ni teníamos consolidado el negocio ni sabíamos como lo queríamos llevar. Y la gente preocupada entonces por la crisis económica y hoy por eso y por la pandemia del coronavirus.
Yo me pregunto si dejaremos en algún momento de hacer el cimbel y nos dedicaremos a votar a los políticos en función del trabajo que realizan y los resultados que obtienen, de acuerdo con nuestros intereses y no con nuestra ideología.
Por regla general me aburre o me indignan las noticias sobre política. La mayor parte de las veces siento que no van dirigidas a mi, a menos que pretendan insultarme. ¿Nos insultan a todos al llamarnos estúpidos sin memoria o lo hacen porque realmente lo somos?
Como en el chiste, si dejamos la diversión al azar, lo más probable es que nos den por el saco.
Eso ocurre porque el caos es mucho más probable ya que la entropía en el universo aumenta y por tanto todo sistema abandonado al azar tiende al caos.
Por tanto la organización implica un esfuerzo para la disminución de la entropía y la consecución de objetivos es algo contrario al azar, por tanto, requiere esfuerzos.
El esfuerzo es impopular,.. y hoy el mundo se rige por la popularidad, no por los principios ni la lógica. Dadme un «reality» en «prime time» y moveré el mundo. Lo obsceno, lo vulgar y chabacano, el morbo y la aberración dan más cuota de pantalla que la bondad, la justicia, la sabiduría o la sensatez.
Los peores individuos de nuestra especie nos manipulan para mayor gloria de sus bolsillos y sus peores instintos, lo hacen en nombre del egoísmo disfrazado de patriotismo, mediante el miedo y la falacia, sembrados en una turba de ignorancia para obtener los frutos esperados.
Por el contrario nadie se preocupa de pensar, por ejemplo como mejorar el rendimiento del dinero invertido en administración, como hacer más eficaces las instituciones y librarlas de parásitos. Después de sabotear el bote se escapa del mismo gritando que se hunde, estorbando el trabajo de quienes quieren taponar la vía o llevarlo a buen puerto.
¿Cómo será la organización de una Europa unida?, ¿Cuántos órganos formados por elegidos habrá entre el ciudadano y el poder supremo de la unión? ¿Como se articulará la administración para que sea eficaz y todos los ciudadanos puedan ser iguales ante ella?
Estos pensamientos, escritos en el verano de 2017, en medio de las convulsiones nacionalistas en Cataluña, llevan tres años durmiendo en el cajón de los borradores. Al releerlos me doy cuenta de que no solo no hemos avanzado, sino que el mundo parece haberse vuelto loco. Y no voy a criticar a los políticos de uno u otro bando. Los responsables somos los ciudadanos que les elegimos y no les exigimos. «Cualquier sistema abandonado, tiende al caos». No nos lo enseñaron lo suficientemente claro en la escuela y por eso hay que repetirlo: «No hay nada que sea gratis que merezca la pena». Cuanto más interesantes son las cosas, cuesta más trabajo conseguirlas. Una buena administración, unas leyes justas, una administración eficiente, la democracia, la libertad, tienen la calidad proporcional al esfuerzo que invertimos en ellas. Si dejamos que los vándalos campen a sus anchas, si no luchamos por nuestros derechos si no nos empeñamos en la batalla contra el caos, la entropía aumenta. Tenemos que implicarnos, tenemos que ejercer de ciudadanos y tenemos que atrevernos a denunciar la estupidez, la corrupción, el totalitarismo, el populismo, y en general todos los «ismos», por que la política no es cuestión de ideología, sino de justicia, libertad, sensatez.