Suelo dibujar de forma compulsiva. Lo he hecho desde niño, diría que desde que recuerdo. Durante toda mi vida he llevado encima, casi de forma constante, un lápiz, un bolígrafo o una pluma, cuando me aburría o cuando quería concentrarme o evadirme, dibujaba. Lo sigo haciendo.
No siempre llevo encima el cuaderno pequeño que suelo tener ‘en activo’ para llevar en el bolsillo. Entonces dibujo en cualquier papel o superficie que tengo a mano: sobre un mantel o una servilleta de papel, en el programa del acto al que asisto, en la entrada, la invitación o en un folio. Suelo guardar esos dibujos, pero a veces quedan abandonados, aunque si puedo, les echo una foto.
Y me ha ocurrido que me encuentro con algún compañero del que apenas me acuerdo, no solo porque desgraciadamente me cuesta recordar caras y nombres, sobre todo de quienes hemos coincidido en pocas ocasiones, y me dice: «Sí, nos conocemos. Yo tengo un dibujo tuyo». Normalmente se me pone cara de bobo con muy poco esfuerzo y mascullo algo como «Ah!, ¿si?». Suelen tener la amabilidad de recordarme aquel evento que yo, en mi imperdonable despiste, he olvidado: «Estábamos en … comiendo con… y después (o durante) la comida dibujaste sobre el mantel. Ibas a dejar allí el dibujo, pero yo lo recorté y me lo llevé. Y aún lo tengo». A mi la cara de bobo se me transforma en la de bobo emocionado. Me sorprende que alguien le haya dado tanto valor a algo que yo hice de forma descuidada, quizás solo para evitar la somnolencia de la sobremesa.
Todo esto me vino a la mente porque archivando y organizando las fotos del teléfono me encontré la foto de un garabato que hice sobre el mantel en la cena de los dibujantes del Sketchcoffee antes de navidad.
Además de una celebración por las fiestas próximas, se trataba de conmemorar el primer aniversario de este grupo, que se reúne cada miércoles por la tarde en un café de Girona o alrededores para dibujar el local, a los otros dibujantes, a los camareros o el café y el cruasan. A Carme, la promotora del grupo, le gustó el dibujo del mantel y se lo llevó de recuerdo. Yo le hice una foto.
Hice una búsqueda entre mis dibujos guardados o publicados en Flickr y tenía este artículo a medias, pero este fin de semana fuimos a Barcelona al evento de dibujo «Barcelona Sketch-Fest» y el primer día me ocurrió un episodio como el que he relatado. Fue en un bar casa de comidas a donde solíamos ir cuando vivía en Barcelona y ahora voy cuando estoy de visita, porque además de los deliciosos bocadillos calientes de pierna de cerdo que ponen los jueves por la mañana, la comida es buenísima, sencilla y bien preparada, el precio es económico y el personal muy agradable.
Se llama Restaurante Casabella y el viernes cuando llegamos a Barcelona pasamos a ver el menú del día antes de ir de compras. No estaba aún expuesto en la calle y pasamos al interior a verlo. Nada más entrar, Mercedes fue a la caja a preguntar, y la muchacha de la barra con una sonrisa y una expresión alegre me dijo: «Eres tú !» yo puse la cara de bobo reglamentaria porque no sabía de que me hablaba, dije,…bueno, no sé lo que dije, estaba muy sorprendido y extrañado ¿me confundía con alguien? y la chica decía «Si!, eres tú, ¡mira!». Y señalaba la pared de enfrente. Yo solo veía una pared un reloj y debajo, algo oscuro, dije «¿El menú?» y pensé, «Pues vaya sitio raro para poner el menú, y que pequeño…», la chica insistía «¡es tuyo!», yo cada vez entendía menos. Mercedes que debe tener mejor vista que yo, o se lo explicó la de la caja me dijo: «es un dibujo tuyo». ¡Cielos! la chica me lo acabó de explicar: «si, lo dibujaste tú!». Yo no tenía ni idea. Le dije, ya con la cara de bobo emocionado: «ah!, no sé,… no me acordaba…» Me acerqué a mirarlo y obviamente, si, era un dibujo mío y solo me acordaba remotamente de haberlo hecho, pero no sabía cuando y desde luego no recordaba el hecho de que lo hubiera abandonado.
Después, pensando y mirando el dibujo con más detalle pone que es la prueba del bolígrafo de gel blanco Sakura Gelly Roll que había comprado en Casa Piera y cuando llegué a comer y vi que habían puesto mantelillos de papel negros, no resistí la tentación de probarlo.
Pues allí, lo tenéis, colgado en la pared como si fuera una obra de arte. Y yo, alucinado, sorprendido y feliz de que valoren tanto algo como para tenerlo en exposición permanente, y que además se acuerden de mí, algo que siempre me sorprende, a mi, que me resulta tan difícil recordar caras y nombres y me descoloca mucho cuando alguien me recuerda. Me parece algo excepcional, una muestra de afecto agradezco mucho.
Al medio día fuimos a comer. Todo estaba buenísimo, como siempre, y antes de salir le eché una foto al dibujo, que creo que de este, ni foto tenía. No está ni firmado ni tiene fecha. Suelo firmar y poner la fecha siempre, aunque solo hace unos quince años que comprendí la importancia de poner siempre la fecha en los dibujos. Tengo muchos dibujos anteriores sin fecha y son como recuerdos perdidos. Los dibujos con fecha y anotaciones me llevan de una forma intensa a ese momento del pasado que evocan.
El domingo comimos en la cafetería del Museo Marítimo de Barcelona. Desde la última vez que habíamos estado, habían cambiado muchas cosas: mejor menú, mejor ambiente y mantelillos nuevos. También los estrené, con la pluma Tachikawa School G que había comprado en Casa Piera. Y allí se quedó también el dibujo que hice mientras esperábamos la comida y entre plato y plato. Y aquí está la foto que le hice.